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Un nuevo horizonte blanquiazul: la venta del Espanyol abre la puerta a soñar en grande

Cambio de manos, cambio de ánimo: el efecto Pace ya se nota en el Espanyol. Un ciclo cerrado: las luces y sombras de la década Rastar en el RCDE.

por Xavier Boró
16 de julio de 2025
en RCD Espanyol

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Después de casi una década marcada por la desafección y la frustración, el Espanyol ha cambiado de manos. Y, con ello, ha cambiado también algo mucho más profundo: el estado de ánimo de su afición. La entrada del grupo americano Velocity Sports Limited (VSL), encabezado por el empresario norteamericano Alan Pace, ha traído consigo una sensación casi olvidada en el entorno perico: la ilusión. No una ilusión impostada ni artificial, sino una que nace del convencimiento de que algo puede cambiar de verdad.

El aterrizaje de Pace no ha venido acompañado de promesas grandilocuentes ni fuegos artificiales. Pero sí de un estilo diferente. De una forma de entender el fútbol que combina experiencia, cercanía, profesionalización y ambición. Y eso, en un club que llevaba años pidiendo a gritos ser tratado con respeto, no es poca cosa.

Rastar: un ciclo cerrado

Para entender lo que representa la llegada de Alan Pace, hace falta echar la vista atrás. La era Rastar, que comenzó en enero de 2016 con la entrada de Chen Yansheng como máximo accionista del Espanyol, ha sido cualquier cosa menos lineal. Hubo un discurso ilusionante en los inicios, con palabras como “Champions” y “globalización” que sonaban bien en las ruedas de prensa, pero que nunca aterrizaron en el terreno de juego. No todo fue negativo, ni mucho menos. El propio Dani Solsona, voz autorizada en el universo blanquiazul, lo resume sin rodeos: “En el plano económico, no puede haber quejas con Chen. Ha dejado un club saneado y ha rebajado mucho la deuda hasta los 7 millones”.

Y es verdad. Después de recibir de manos de Dani Sánchez Llibre un club cercado a la causa de disolución, las cuentas están en orden. Rastar asumió una deuda superior a los 170 millones y, con el paso de los años, logró reducirla a mínimos. El club ha podido cumplir con la normativa de LaLiga, volver a operar bajo la regla 1:1 y goza hoy de una estabilidad económica incuestionable. Esa parte del trato, la financiera, se cumplió con nota.

El problema fue todo lo demás. En lo deportivo, el balance es muy difícil de defender. Trece entrenadores y seis directores deportivos en nueve años hablan de una gestión errática, sin rumbo claro ni proyecto sostenido. Dos descensos -el de 2020 y el traumático de 2023- sirvieron como golpe de realidad para una afición que, poco a poco, se fue desconectando del club. “Chen go home” dejó de ser una consigna aislada para convertirse en el grito generalizado en las gradas del RCDE Stadium. La sensación era clara: el club había dejado de hablar el idioma de su gente.

Incluso en los momentos buenos -como la clasificación europea en 2019- hubo siempre una sensación de provisionalidad. Nada parecía construido para durar. Ni los proyectos deportivos, ni los vínculos emocionales. El Espanyol estaba en manos de un propietario lejano, tanto geográficamente como en lo simbólico. Y eso, al final, se paga.

Un nuevo ciclo con acento americano

La llegada de Alan Pace supone, más allá del cambio de dueño, un cambio de cultura. El estadounidense no es nuevo en esto. Su experiencia al frente del Burnley FC -club que también forma parte del grupo VSL– es el principal aval que pone sobre la mesa. En Inglaterra, Pace transformó a un equipo de perfil bajo en una entidad moderna. Apostó por el análisis de datos, profesionalizó todas las áreas del club y convirtió al Burnley en un modelo a seguir. ¿Puede hacer lo mismo con el Espanyol? Esa es la gran pregunta. Pero por primera vez en años, la respuesta no suena a utopía.

Los primeros pasos han sido prometedores. Se ha respetado a Manolo González, que se mantiene al frente del primer equipo, y todo apunta a un proyecto serio, sostenido, bien trabajado.

También en lo social se respira otro aire. La campaña de abonados avanza con fuerza y ya supera los 25.200 socios en pleno mes de julio. El ambiente en la Dani Jarque, tanto entre plantilla como cuerpo técnico, transmite una energía distinta. El club ya no está a la defensiva. Está construyendo algo. Y eso se nota.

Ilusión sin ingenuidad

Nadie se engaña. Esto no va de que el Espanyol vaya a meterse en Champions en dos años ni de que se haya descubierto la fórmula mágica del éxito. Pero sí va de recuperar algo esencial: el derecho a soñar. A pensar en un proyecto que no solo sobreviva, sino que aspire a crecer, a competir, a ganarse el respeto perdido.

“El cambio de propiedad tranquilizará los ánimos de la afición que venía al campo a quejarse. Ahora la gente tiene eso que tanto pidió, y se podrá entrar en otros temas”, decía Solsona estos días. Y es que hacía mucho que el foco no estaba en los fichajes, en el entrenador o en los objetivos deportivos, porque todo se reducía a una guerra fría con la propiedad. Eso, por fin, ha terminado.

“La venta es una ventana de esperanza e ilusión de presente y futuro para volver a creer en el proyecto del Espanyol”, afirmaba en Superdeporte Alberto Fernández Díaz, miembro de la Fundación del club. Y añadía algo más: “Es importante que en los últimos días se hayan sucedido una serie de fichajes que apuntan a una musculación del equipo… Esto apunta a la configuración de un equipo competitivo sin perder el arraigo espanyolista”.

Y ahí está la clave. No se trata de importar un modelo ajeno, sino de construir uno propio. Con ambición, sí. Pero también con identidad. Con raíces. Y con una propiedad que, por fin, parece dispuesta a escuchar y entender qué significa ser del Espanyol.

Lo que viene

Los pericos saben que el Espanyol no va a cambiar de la noche a la mañana. Pero también saben que hay algo distinto en el ambiente. Ya no se trata de sobrevivir; se trata de competir. De recuperar el respeto perdido. Y de hacerlo con una base sólida, sin hipotecar el futuro por el corto plazo.

Es pronto para lanzar campanas al vuelo, pero por primera vez en mucho tiempo, la palabra “ilusión” ha dejado de sonar vacía en el entorno blanquiazul. Alan Pace ha cogido el timón. Ahora, toca remar todos juntos. Porque lo que viene -si se hace bien- puede ser bonito. Muy bonito.

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