Pese al paso de los días tras la disputa del Espanyol – Sporting de Gijón, el desánimo es el sentimiento que preside el ánimo de la afición blanquiazul. El equipo estaba obligado a sumar los tres puntos ante un rival, el asturiano, que se plantaba en el Stage Front Stadium inmerso en una crisis de resultados tras una segunda vuelta a la baja -venían de caer 0-3 ante el colista, el Villarreal B, y lejos de El Molinón de las últimas seis salidas cinco habían acabado con derrota- pero ni siendo conscientes de la necesidad existente los blanquiazules fueron capaces de llevarse los tres puntos en juego. Con solo cuatro puntos ganados de los últimos doce posibles, cada partido del Espanyol que no se convierte en victoria complica más la carrera por el ascenso a la Primera división, y en estos momentos la situación para los blanquiazules es de extrema complejidad: el equipo está a 6 puntos de la zona de ascenso directo con sólo doce en disputa hasta el final de la fase regular, y se está más cerca de ver peligrar plaza de playoff -el séptimo está a únicamente tres puntos de los pericos- que del objetivo inicial. Ni siquiera el entusiasmo generado durante la semana con sesiones de entrenamiento abiertas al público y la energía inicial del partido fue suficiente para lograr el triunfo este domingo, transformándose en un nerviosismo que afectó tanto el juego como al estado anímico de los jugadores, que fueron acumulando errores: el balance ofensivo de los blanquiazules fue paupérrimo, con sólo dos disparos a puerta: la mejor oportunidad fue derrochada por Gastón Valles, que falló ante puerta vacía justo antes del descanso enviando la pelota por encima del larguero, y en la segunda mitad, Braithwaite tuvo una gran oportunidad, pero Yáñez paró su chut.

Es cierto que el Espanyol no ha perdido desde la llegada de Manolo González, pero también lo es que empatar en esta categoría no sirve para alcanzar el objetivo del ascenso, y con sólo cuatro puntos sumados de los últimos doce el Espanyol sigue empeñado en complicarse la vida, o dicho de otro modo, el retorno a Primera división. Ahora, como mal menor para este Espanyol que está defraudando todas las expectativas, se presenta el escenario de un playoff siempre incierto, y que como decimos aún no está ni mucho menos asegurado.
Una situación inédita para el Espanyol, tanto este año como en sus anteriores pasos por Segunda
Nunca había estado este curso el Espanyol a tanta distancia, seis puntos, de las dos primeras plazas: la mayor diferencia respecto a las mismas había sido hasta ahora de 4 puntos -jornadas 26 y 37-. Incluso retrocediendo en el tiempo, nunca estando en Segunda División ) y a falta de cuatro jornadas para el final de la fase regular de la competición, jamás se había estado tan alejado de las posiciones de ascenso directo: la 1962-63, el Espanyol era líder con dos puntos de diferencia sobre el Pontevedra; la 1969-70, era segundo el la tabla, y subían directamente tres equipo; la 1989-90 el equipo era cuarto a dos puntos del segundo, el Athletic Club, aunque a efectos prácticos el segundo de los equipos con derecho a ascender era el tercero, el Betis, a sólo un punto -subían dos equipos y otros dos promocionaban); la 1993-94, el Espanyol comandaba cómodamente la tabla con siete puntos sobre el segundo, el Betis; la 2020-21, finalmente, también comandaba la tabla con seis puntos de diferencia sobre el segundo, el Mallorca. Objetivamente, se puede afirmar que el Espanyol está a nivel deportivo en el peor momento de su historia.
Los responsables de esta situación de extrema gravedad para el Espanyol
Evidentemente, con 4 jornadas aún por jugar, cualquier escenario es posible para este Espanyol de Manolo González y nada es matemáticamente descartable, aunque ya existen suficientes argumentos como para comenzar a hacer una primera reseña de responsables de esta situación: en primer lugar, están los responsables directos, los futbolistas, que salvo contadas excepciones han demostrado no estar a la altura del reto del ascenso. Sea cual sea el desenlace de la temporada, urge un cambio radical en la plantilla, el que debía haberse efectuado con ocasión del anterior descenso a la categoría de plata, y es que hay futbolistas que claramente deben poner punto y final a su etapa en el Espanyol, y cambiar de aires.

Tampoco pueden quedar indemnes los responsables de configurar una plantilla que se está demostrando no la idónea para el reto que tenía el club; Fran Garagarza, que destacó el pasado verano en el capítulo de ventas, logrando unos ingresos importantes que eso sí no se reinvirtieron en reforzar la plantilla sino que acabaron en las arcas de Rastar, no acertó con los fichajes realizados en la ventana estival, como demuestra el protagonismo que están teniendo sus grandes apuestas, Pere Milla y Keita Balde. El vasco no supo suplir las más que evidentes carencias de la plantilla, sin dotar a Luis García, un preparador en el que nunca creyó, de los extremos que precisaba para trasladar su libreto al verde. Tampoco reforzó el eje de la defensa, sabiendo que seguían los mismos hombres que habían consumado dos descensos en pocos años, y únicamente sumó a la medular un hombre como Víctor Ruiz, en la recta final de su carrera y sin haber hecho pretemporada. A pesar de ver en enero que con esa plantilla no estaba dando como para lograr el ascenso de manera clara, no se fichó a nadie, realizando como único movimiento el retorno de Rubén Sánchez, rompiendo su cesión al Mirandés sin demasiado sentido viendo el poco protagonismo que ha tenido hasta el momento. No se buscaron reemplazos a hombres diferenciales que habían caído lesionados, como Edu Expósito y Nico Melamed, firmando en definitiva el de Motriku dos mercados para olvidar que hicieron que perdiese parte del crédito que se había ganado en el entorno blanquiazul por su posición de fuerza ante aquellos futbolistas que buscaban forzar su salida.

Además, se ha demostrado que Garagarza no ha gestionado correctamente los tiempos a la hora de decidir los relevos en el banquillo. El DD perico, que presumía de no haber destituido nunca a ningún técnico antes de su llegada al Espanyol, ya lleva dos en este curso. En su día, decidió echar a Luis García, un preparador con el que nunca tuvo sintonía, tras sumar el equipo a los mandos del asturiano cuatro puntos de los últimos 15 posibles el Espanyol y estar quinto clasificado de la categoría con 24 puntos, a cuatro del entonces líder, el Leganés, buscando “un punto de inflexión” y lograr un estilo de juego que permitiese lograr el ascenso a Primera división “con mayor seguridad”. Sorpresivamente, se apostaba por un preparador como Luis Miguel Ramis que nunca había logrado llevar a ninguno de sus equipos a Primera división y que traía bajo el brazo un libreto radicalmente diferente, y que a pesar de que los resultados no fueron del todo malos -marchó con el equipo tercer clasificado a un punto del ascenso directo tras seis victorias, siete empates y tres derrotas- acabó desesperando al entorno por su propuesta rácana. Los futbolistas, que como decíamos no pueden eludir su gran responsabilidad en la presente situación, nunca parecieron asimilar el libreto del tarraconense pese a apostar éste por una mayor simplicidad respecto a la propuesta de Luis García, con cuyo juego tampoco acabaron de sentirse cómodos por la complejidad del mismo, y la no evolución en el juego acabó propiciando la salida de Ramis. El elegido para sustituirlo fue Manolo González, un hombre de la casa que ha logrado frenar la sangría goleadora que padecía el equipo con sus predecesores, pero que está encontrándose con los problemas de los futbolistas, pese a su gran potencial ofensivo, a materializar las ocasiones de las que disfruta. Da la sensación de que la apuesta por Manolo González llegó demasiado tarde, sin tiempo material para implementar su modelo y permitir que el vestuario recuperase la confianza, y al final pese a no haber perdido ningún partido desde su llegada la acumulación de empates ha provocado que el equipo haya dejado escapar muchas de sus opciones al ascenso directo. Al menos, cabe el consuelo de que con el gallego el equipo ha aprendido a defender y parece presentar una versión más sólida cara a este playoff al que parece irremediablemente abocado si no sucede un milagro deportivo de primera magnitud.
El Espanyol sufrirá consecuencias a todos los niveles si no se logra el ascenso

Las consecuencias caso de que el equipo no dé el do de pecho y se confirme el ascenso vía directa o tras el paso por un playoff serán muy graves a nivel deportivo, institucional e incluso personal: el presupuesto puede verse reducido hasta en un 50%, y se prevé un ERE masivo que afectaría a buena parte de la plantilla laboral, con lo que quedarían diezmados multitud de departamentos. Eso, si nadie lo remedia a nivel deportivo o si no hay cambio en la propiedad, algo por lo que suspiran la práctica totalidad de aficionados blanquiazules.
