El Espanyol se marcha al parón liguero con esa sensación rara de quien sabe que está bien posicionado, pero que también nota que ha perdido algo de chispa, esa que lo llevó a arrancar la competición deslumbrando a propios y extraños. La derrota ante el Villarreal en casa fue la segunda seguida en Liga, algo inédito hasta el momento, y aunque no fue un desastre ni mucho menos, sí deja un pequeño nubarrón en el horizonte.
Esta situación llega justo cuando la competición regular se para, y toca afrontar quince días sin fútbol de clubes por los compromisos de selecciones y con la cabeza dándole vueltas a lo que ha pasado. ¿Está el equipo en crisis? Sería aventurado afirmarlo taxativamente. ¿Hay un bache? Pues sí, eso está claro si se miran los resultados. Son dos derrotas seguidas y, además, con síntomas que ya se venían notando: el equipo no ha podido dejar la portería a cero, algo básico en el libreto de Manolo González, y tiene un evidente problema con el gol.
Sextos, pero con el freno echado
Lo curioso del caso es que, pese al bajón de resultados, el Espanyol cierra la jornada 12 en sexta posición, gracias a los puntos acumulados en las 10 primeras jornadas y en última instancia, a los resultados de los demás. El triunfo del Mallorca ante el Getafe fue clave en este sentido para mantener esa plaza europea, y aunque no es el mejor momento del equipo, los números siguen sosteniéndose.
Y eso hay que valorarlo en su justa medida, ya que sería un error no dar contexto a la actual situación y olvidar de dónde viene el RCDE. Hace un año por estas fechas, el Espanyol tenía solo 10 puntos, era cuarto por la cola con sólo 10 puntos, fruto de tres triunfos, un empate y ocho derrotas, con un balance once goles a favor y 22 en contra, y lo que es peor, no daba señales de vida. Ahora suma 18, con cinco victorias, tres empates y cuatro derrotas, y una diferencia de goles que al menos está equilibrada: 15 a favor y 15 en contra. ¿Hay margen de mejora? Mucho. Pero también hay motivos para no volverse loco y quemarlo todo, una tentación en la que no faltan aficionados parecen estar a punto de caer.
Manolo ya lo sabía: cuando lleguen los malos resultados…
El técnico blanquiazul no es ningún ingenuo, y ya lo había avisado. Que pese al buen arranque de curso y las alabanzas generalizadas, cuando llegaran los baches, saldrían a pasear las críticas que en buena medida lo tendrían como objetivo. Y no ha fallado. Dos tropiezos han bastado para que algunos vuelvan a señalarle con el dedo, desempolvando su pasado en el fútbol modesto o la poca experiencia en la élite con la que llegó al caro, como si eso fuera argumento suficiente para ponerlo en duda.
Respetando a todos aquellos a los que la figura del entrenador no les guste, ¿acaso éste no es el mismo Manolo que ha hecho crecer al equipo, que lo ha hecho reconocible, competitivo, valiente? ¿El que tiene al Espanyol en puestos europeos tras un año de drama? Una cosa es hacer autocrítica, que siempre es necesaria, y otra muy distinta es ir directos a la yugular con argumentos oportunistas. Sinceramente, no toca.
Un ataque sin filo y la ausencia de Puado
El bajón ofensivo es una realidad. Desde que el tan criticado y para muchos prescindible Javi Puado cayó lesionado, el Espanyol no ha vuelto a ser tan peligroso arriba. En los últimos cuatro partidos de Liga (Oviedo, Elche, Alavés y Villarreal), se han ganado dos y perdido otros dos, pero la sensación es que cuesta mucho más generar ocasiones claras y materializarlas.
Contra el Villarreal, por ejemplo, se colgaron 20 centros. ¿Remates entre palos? Solo cuatro. Así es muy complicado marcar. “No tuvimos el día a nivel ofensivo y eso te condiciona”, admitió Manolo González después del partido. Y tenía razón. No fue una cuestión de actitud, sino de falta de acierto y claridad.
El Villarreal no fue un baño, pero sí un aviso
La derrota ante el Villarreal no fue escandalosa. De hecho, durante muchos minutos el Espanyol fue mejor, o al menos estuvo al mismo nivel que un conjunto que ahora mismo está segundo en la tabla, y por méritos propios. El equipo compitió bien, sobre todo en la primera parte. Pero los detalles marcan la diferencia en estos partidos. Y Gerard Moreno, en uno de esos rebotes con fortuna, acabó desestabilizando el guion.
Que nadie se engañe: perder contra un equipo de Champions no es un drama. Pero sí deja claro que hay cosas que corregir. Y que este parón aunque también sirva para dedicar muchas horas en tertulias y programas a devanarse los sesos, ciertamente viene como caído del cielo para parar, revisar lo que no está funcionando y recuperar frescura de cara al tramo que viene.
Nada de alarmas: “Trabajando así, las victorias llegarán”
Dentro del vestuario, el discurso no es de pesimismo. Lo dejó claro Urko González de Zárate: “Trabajando y compitiendo así seguro que vendrán las victorias”. Y Omar El Hilali también se sumó a ese mensaje de confianza: “Tenemos que aprovechar esta semana para mejorar y en el siguiente partido llevarnos los tres puntos”. Palabras sensatas, sin drama pero con la necesaria dosis de autocrítica.
Y es que el grupo cree en lo que hace, y eso se nota. No hay una caída de brazos, ni malas caras, ni sensación de descontrol. Hay una bajada de rendimiento sobre todo en la zona ofensiva. Pero el equipo está de pie, y eso también cuenta.
Objetivo: recuperar el RCDE Stadium ante el Sevilla
Uno de los objetivos que se marcan para después del parón es volver a hacer del estadio un lugar incómodo, ese fortín en que el equipo ha de fundamentar la consecución de sus objetivos. Hasta la visita del Villarreal, solo el Betis había ganado en el RCDE Stadium. Perder contra dos equipos con aspiraciones Champions no es vergonzoso sobre todo teniendo en cuenta que el factor que decantó la balanza en contra fue la diferencia de calidad, pero sí obliga a reaccionar. Y el calendario no da margen: el próximo rival en casa será el Sevilla, el lunes 24 a las nueve de la noche.
Será un partido que por las circunstancias en que llegará será de los que piden carácter. Perfecto para resetear, salir con hambre y reencontrarse con un triunfo que calme esas aguas que bajan más revueltas de lo que la clasificación, plácida, haría pensar. En cualquier caso, el Espanyol necesita volver a sumar de tres para evitar que el bache se alargue. Y necesita gol. Porque competir, lo sigue haciendo.