En la antesala de un derbi que ya venía cargado de tensión y simbolismo, el FC Barcelona ha vuelto a incurrir en un error que, según se mire, puede entenderse como una muestra de ignorancia o como una provocación premeditada. A escasas horas del choque ante el Espanyol, las redes sociales del club azulgrana han difundido un mensaje de ánimo con el lema: “Pel Barça i per Catalunya ✊”. Una frase que, en este contexto, chirría. Y mucho.
Porque no estamos hablando de un partido internacional ni de un enfrentamiento ante un equipo de fuera de la comunidad. Esta noche, el Barça se mide a otro club catalán. A uno con más de 120 años de historia, con raíces profundas en la sociedad catalana y con un sentimiento de pertenencia que no tiene por qué ser menos legítimo que el del propio Barça. Usar el nombre de Catalunya como sinónimo exclusivo de “barcelonismo” no es solo injusto: es, directamente, falso.
Sorprende, además, que este mensaje llegue apenas unos días después de que el propio president de la Generalitat, Salvador Illa, lanzara una reflexión clara y necesaria: “Catalunya és plural també en l’àmbit esportiu”. El jefe del ejecutivo catalán, que esta noche presidirá el encuentro desde el palco del RCDE Stadium, hacía un llamamiento al reconocimiento de esa diversidad, también en clave futbolística. Un gesto institucional que contrasta con el mensaje lanzado por el club azulgrana.
Resulta difícil de justificar que, en pleno siglo XXI y con la sensibilidad social actual, una entidad como el FC Barcelona siga reforzando un relato que invisibiliza —cuando no desprecia— la existencia de otros proyectos deportivos dentro del territorio catalán. El mensaje vuelve a plantear la vieja y cansina idea de que el Barça no solo representa a sus aficionados, sino que también se erige como portavoz de una identidad colectiva que, en realidad, no le pertenece en exclusiva.
Este tipo de gestos —no es el primero, y posiblemente no será el último— siembran división donde debería haber respeto. No cuesta tanto enviar un mensaje de aliento sin cargarlo de simbolismo político ni de apropiaciones identitarias. Sobre todo, cuando al otro lado del campo hay un club como el Espanyol, que también es Catalunya. Aunque algunos todavía no lo quieran asumir.
