Algunos éramos muy pequeños cuando en 1986, el transbordador espacial Challenger, estalló en el aire a los 73 segundos de su despegue. Siete miembros de la tripulación fallecieron y nos echamos las manos a la cabeza, viendo cómo fallaba el cohete de los americanos. En 2023, a unas horas del día grande de las Fallas, en Cornellá hubo un petardazo tras 26 jornadas en las que un proyecto que nació torcido, se quemó como la pólvora y debería llevarse a los máximos responsables: director deportivo y cuerpo técnico.
En la cúpula de la nave, Pacheco, que como sus antecesores, se nos volvió invisible.
Hemos perdido mucho combustible en la retaguardia; Óscar Gil se ha vuelto peligroso en el compartimento para el resto de la tripulación, Sergi cumple la misión, pero se queda corto para el recorrido que viene, Montes no se parecía al de las primeras maniobras y Cabrera, al que no le olvidaré dos detalles: hoy una ruleta en el 3’ y tiempo atrás su renuncia al brazalete.
Vini fue el primero en sufrir las quemaduras y salió del campo en zepelín; no se aprovechó el extra de motivación que tenía Denis, último astronauta llegado del invierno y por mucho que quiso, el capitán de la nave, Darder, salió despedido como un proyectil y aún debe estar vagando por el espacio.
El jefe del gobierno, insistió en los extremos que no tiene para la misión y Rubén fue el que desde la derecha lanzaba chupinazos imposibles de cazar, Braithwaite fallaba en la comunicación con Joselu y ambos se desviaban cada vez más de la trayectoria del gol.
El control de los mandos había saltado por los aires y la ocurrencia fue juntar el cable de lateral zurdo con Puado: chispazo; Nico para ocupar un espacio abstracto que no se entiende: otro chispazo, Expósito que ha perdido hasta la lanzadera que tenía por pierna: apagón total, y Gragera, que recordará el día por el gol y por jugar de casi todo en ninguna parte.
Escribo las últimas líneas asegurándome que tras nosotros la estela de damnificados nos salva durante 15 días más. El Valencia, experto en pirotecnia, seguirá por detrás y aunque no borra el fracaso actual, la mente descansa en la jornada de selecciones que viene. Un plazo más que jugoso para poner orden y enfocar el rumbo. Seguir haciendo lo mismo, traerá los mismos resultados. El proyecto, ya queda fuera de toda duda, ha sido fallido y se necesita cambiar la dirección deportiva. Lo mismo que el crédito para la dirección técnica: totalmente agotado. Necesitamos nuevo jefe y que reúna un condicionante: que sienta el Espanyol como si fuera su propia sangre.
