A falta de un par de puntos para que la salvación del Espanyol sea matemática— ya va siendo hora de mirar al futuro. Y ahí, inevitablemente, hay que hablar del ‘9’. Del delantero que ha sostenido al equipo cuando el gol parecía una especie de espejismo. De Roberto Fernández, que llegó en enero y, en solo unos meses, se ha metido al RCDE Stadium en el bolsillo. Pero lo que debería ser una operación lógica —fichar a un tipo joven, con gol, implicado y con proyección brutal— se está convirtiendo en una pesadilla. Y como casi siempre, por culpa de quien dirige el club desde un despacho a miles de kilómetros.

La noticia saltó ayer: el Espanyol, a día de hoy, no puede ofrecer ni cinco millones por Roberto. Sí, has leído bien. Ni la mitad de los 10 millones pactados con el Sporting de Braga en enero como opción de compra preferente. Y ojo, que esa cláusula caduca en cuanto acabe la Liga. Si no hay acuerdo antes del 25 de mayo, adiós Roberto. Y no porque no quiera seguir, que ya ha dicho por activa y por pasiva que está encantado, sino porque Chen y Rastar ni están ni se les espera.

Lo de este año ha sido un milagro. Pero un milagro con nombres y apellidos: Fran Garagarza, que ha hecho malabares con cero euros en caja; Manolo González, que ha exprimido cada cedido como si fueran jugadores de Champions; y una plantilla que, vale, no será la más talentosa de la historia, pero que se ha dejado la piel cada jornada. El club, sin embargo, no ha estado a la altura. Y ahora que toca consolidar, mantener lo que funciona y construir con ambición, lo que llega desde arriba es silencio, parsimonia y una oferta ridícula por un delantero que debería ser el futuro de este Espanyol.
Porque esto va más allá del dinero. Es una cuestión de proyecto. De respeto a los que sí creen en esta camiseta. ¿De qué sirve que se llene el estadio cada jornada, que la gente vuelva a ilusionarse, si la propiedad sigue actuando como si el Espanyol fuera un juguete más de la línea de producción de Rastar?

Y lo más preocupante es que Roberto puede ser el primero, pero no el único. Joan García, el mayor talento que ha salido de la Dani Jarque en años, se puede ir por un precio muy por debajo de su valor real. Y lo peor es que incluso ese ingreso no se destinaría a reforzar la plantilla, sino a tapar otros agujeros. ¿Así cómo se va a crecer?

Mientras, en la mesa de Garagarza empiezan a sonar nombres como Kike García, Antonio Casas o Marcos Fernández, de los que no se discute la calidad, pero que no dejan de ser un plan B viendo que o cambian mucho las cosas o muy a su pesar Roberto tendrá que hacer las maletas. Y si el club no da el paso, si otra vez se opta por la solución barata, por el remiendo en vez del plan, estaremos repitiendo errores que ya nos han costado demasiado caro.
La pelota está en el tejado de Chen. Lo llevamos diciendo en este medio desde hace días. Si no quiere invertir, si no tiene intención de construir un equipo competitivo, que lo diga. Y que venda. Porque esta afición no merece más temporadas al borde del abismo, más veranos de incertidumbre, más promesas que se desvanecen. Merece un club a la altura de su historia y de su gente.

Y si el año que viene las cosas se tuercen, si los resultados no acompañan, que quede claro quiénes serán los culpables. Ni Manolo. Ni Garagarza. Ni los jugadores. Será ese señor que lleva años desaparecido, tratando al Espanyol como una figurita más de su escaparate, mientras aquí se lucha cada domingo por mantener viva una pasión centenaria.
