El Espanyol ha empezado la temporada con otra cara. Siete puntos de nueve posibles y, sobre todo, una sensación de ilusión que no se vivía desde hace tiempo en el entorno blanquiazul, que se lamenta que haya llegado un parón de selecciones esta vez y vistas las prestaciones del equipo, ciertamente poco oportuno. El equipo de Manolo González no solo gana partidos: transmite que está vivo, que compite y que tiene ganas de reivindicarse tras unos años muy duros. Vamos con cinco de las claves que explican este buen inicio.
1. El sello de Manolo González
El técnico gallego ha devuelto al Espanyol lo que más necesitaba: carácter y ambición. Se nota en cada partido que los jugadores han comprado su idea. Ahora el equipo no se cae a la mínima y pelea cada balón como si fuera el último. Esa garra, que en otros cursos brillaba por su ausencia, se ha convertido en la seña de identidad de este Espanyol.

2. La recuperación de Pere Milla
El delantero, que llegó con expectativas altas y había tenido hasta el momento una trayectoria irregular pese a tener la habilidad de aparecer en situacones determinantes con goles que han acabado siendo clave, ha dado un paso adelante. Este año se le ve con más confianza, más participativo y mucho más influyente en ataque. Su trabajo constante y su capacidad de aparecer en momentos importantes han hecho que la afición vuelva a valorar su entrega. Pere ha pasado de ser duda a ser certeza.

3. La unión del vestuario
Si algo destaca en este arranque de campeonato es que el grupo está mucho más compacto. Se ven once jugadores defendiendo y once atacando, sin desconexiones, y como decía recientemente Edu Expósito, uno de los futbolistas más en forma de este inicio de Liga, con Manolo no valen bromas y correr es algo innegociable. Esa química dentro del vestuario, donde hay una mezcla de veteranos, jóvenes valores y fichajes acabados de llegar, se nota en el campo: los jugadores celebran los goles juntos, se animan cuando las cosas se ponen feas y, en definitiva, transmiten que son un bloque sólido.

4. El mercado y la gestión de los cambios
Aquí Manolo también ha acertado. El banquillo, donde antaño faltaban recursos a causa de no tener fondo de armario cuando las cosas se ponían feas, está aportando mucho y los jugadores que entran desde la segunda mitad cambian partidos. No es solo cuestión de piernas frescas, es que los recambios llegan enchufados y listos para sumar. Esa gestión inteligente y el hecho de que Fran Garagarza haya sabido dotar a la plantilla de perfiles diferentes y hombres que viene a ser importantes permite que el equipo, aunque a veces como ante Osasuna haya cierta precipitación, mantenga la intensidad hasta el pitido final.

5. La sensación de identidad
Quizá lo más importante: este Espanyol por fin sabe a qué juega. Hay un plan, una idea clara y un hambre competitiva que engancha a la grada. Después de años muy duros en que el juego no ha sido precisamente preciosista, el espanyolismo necesitaba volver a sentir orgullo con su equipo. Ahora cada carrera, cada despeje y cada gol refuerzan la sensación de que se está construyendo algo sólido.

El resultado de todo esto son siete puntos en tres jornadas y, lo más relevante, un optimismo que se respira en Cornellà-El Prat. Este Espanyol tiene alma de guerrero y parece dispuesto a pelear por algo más que la mera supervivencia. La hinchada, aunque no pierde de vista los avisos prudentes de Manolo González en el sentido de que toca ser extraordinariamente prudentes hasta que se consigan los puntos que garantizan la permanencia, lo sabe y lo celebra: este equipo no solo juega al fútbol, este equipo compite de verdad.
