El derbi de este jueves en el RCDE Stadium ante el FC Barcelona llega en un momento especialmente delicado para el Espanyol. La derrota en Butarque, en un encuentro que pudo sellar la permanencia matemática, ha alterado por completo el guion previsto y obliga a los blanquiazules a sumar para evitar que el desenlace de la temporada se complique aún más. Con solo tres jornadas por disputarse, el margen se ha reducido, y el partido más simbólico del curso llega ahora cargado de presión deportiva… y de posibles implicaciones incómodas.
El primer escenario que se abre es, para muchos en el entorno perico, difícil de digerir: si el Real Madrid no logra vencer el miércoles al Mallorca, el FC Barcelona llegará matemáticamente campeón al derbi. Eso situaría al Espanyol en la disyuntiva de decidir si realiza o no el pasillo de honor al eterno rival. Una posibilidad que genera rechazo en buena parte de la afición, tanto por lo que representa a nivel simbólico como por el contexto competitivo en el que se produce.
El segundo escenario, no mucho más amable para el espanyolismo, es que el Barça llegue sin el título cerrado y busque proclamarse campeón precisamente en Cornellà. No sería la primera vez. Ya lo logró hace dos temporadas con Xavi Hernández en el banquillo, en un partido que terminó con una celebración que traspasó los límites del respeto deportivo por parte de los jugadores barcelonistas, y que provocó una invasión de campo. Aquella imagen dejó una huella profunda y, desde entonces, el recuerdo de aquel episodio sigue muy presente en la grada.
Pero más allá del componente emocional, el Espanyol tiene una necesidad urgente: sumar. Con los nueve puntos que restan por disputar, los de Manolo González están obligados a ofrecer una versión mucho más competitiva que la mostrada en Butarque si quieren certificar cuanto antes la permanencia. El equipo no respondió a la exigencia del partido ante el Leganés y desperdició una oportunidad clave. Ahora, el margen de error se ha reducido, y el calendario aprieta.
El derbi, por tanto, no solo será una cita de máxima rivalidad, sino también un partido trascendental desde el punto de vista deportivo. Viéndolo por el lado positivo, una victoria, además de sellar el objetivo, permitiría evitar escenarios no deseados y enviar un mensaje claro en el partido más expuesto del curso.
El club, el vestuario y la afición saben lo que está en juego. El Espanyol no puede permitirse revivir episodios que dejaron una herida abierta. Este jueves no será solo un derbi. Será una prueba de carácter.
