En los últimos años, Espanyol y Girona han alimentado una rivalidad creciente por algo que no aparece en los rankings oficiales, pero que se juega en la calle: el título simbólico de “segundo equipo catalán”. Esta vez, ese pulso se traslada a la final de la Copa Catalunya, donde este miércoles se cruzarán en un partido con bastante más miga de lo que parece.
No es solo una final a nivel catalán. Es la primera vez que blanquiazules y rojiblancos se enfrentan en un contexto en el que ambos clubes forman parte de un conglomerado internacional. El Girona bajo el paraguas del todopoderoso City Football Group, y el Espanyol recién aterrizado en el ecosistema de Velocity Sports Partners. El Girona forma parte del City Football Group desde 2017, un año después de la llegada de Rastar al RCDE. El conglomerado emiratí, en alianza con el empresario Pere Guardiola, (hermano de Pep Guardiola), controla el 44,3% del club catalán, que ha consolidado su presencia en Primera y ha llegado a competir en Champions, sin demasiado éxito todo hay que decirlo. Dos proyectos pues con capital extranjero y ambiciones globales, que ahora chocan por un trofeo local con sabor a orgullo.
Rivalidad que va a más
Aunque durante décadas Espanyol y Girona han jugado en ligas diferentes, en los últimos tiempos el cara a cara se ha convertido en algo más que anecdótico. Y eso que no hay demasiados antecedentes: solo un puñado de duelos directos en Liga, Copa y ahora Copa Catalunya. Pero lo que hay de fondo ha ido calando: los de Montilivi llevan años ganándose fama de club moderno, disruptivo, atractivo… mientras el Espanyol, con más historia y base social, se reivindica como el club que realmente representa al fútbol catalán más allá del Barça.
La pasada temporada, por ejemplo, el Espanyol acabó por encima en la clasificación liguera tras una mala campaña del Girona, que no supo dar continuidad al brillante curso anterior, cuando coqueteó muchas jornadas con las primeras plazas y logró una histórica plaza Champions. Esa dinámica ha alimentado la comparación constante entre ambos clubes, cada uno con su modelo y su propa narrativa. Ahora se juegan un título -aunque menor- que llega en el momento perfecto para medir pulsos.
Más que una copa
La Copa Catalunya no siempre tiene cartel, pero este año sí. El contexto manda: nueva propiedad en Cornellà-El Prat, con Alan Pace al frente de un Espanyol que quiere resurgir con fuerza; y un Girona que, pese a haber tocado techo hace poco, no quiere perder comba en el ecosistema catalán. Además, hay nombres propios que pueden darle aún más picante al duelo: jugadores con pasado en uno y otro bando, entrenadores que se conocen de sobra, y una afición perica que no olvida ciertos gestos poco elegantes del Girona en tiempos recientes.
La final, que se jugará este miércoles en la Nova Creu Alta, será una cita cargada de simbolismo. Y sí, es solo la Copa Catalunya. Pero a veces, el contexto pesa más que el trofeo. Porque si algo está claro es que como cada per que pericos y gironins se han visto las caras en los últimos años hay algo más en juego: orgullo, jerarquía… y ese puesto no escrito como el “otro” gran club catalán.
