La contracrónica del Espanyol – Las Palmas, por Juan José Caseiro.
El manicomio de Cornellà
Optamos por llevar esa prenda que da buena suerte, repetimos rituales al milímetro buscando asegurar de una forma inconsciente la victoria, sacamos las estadísticas que muestran la imposibilidad de que se rompan porque siempre cayeron de nuestro lado. La semana más larga del mundo, desembocaba en 90’ que no parecían la última jornada de liga: era la final de todos los tiempos.
La ansiedad sobrevolaba el nido del cuco, metáfora presente durante buena parte del año. De ella, Joan nos salvó tantas veces como en las 37 jornadas anteriores y Omar y Romero se sacaron el grado superior en la categoría. Los nervios eran una curva pronunciada en el ánimo del equipo y Calero y Cabrera no escapaban de ella faltando contundencia, aunque no fuese su intención.
La condición de supervivientes de la categoría la encarnó el renqueante Pol, Urko y Expósito, otras veces vinculados al buen control, padecieron un estrés que afectaba a la construcción.
Se iba dejando Jofre los méritos de una primera vuelta en la que parecía dar el paso definitivo. Roberto no encontraba su vínculo con el gol y en la agonía se buscaba ‘heredero de Coro’ y Puado tomó el testigo.
A un equipo chafado le vino bien el Milla que que un día sabíamos que habíamos fichado, el penalti que consiguió encontrar Veliz y la versión de Král más cercana al mes de septiembre. El tramo final, Sergi para la contundencia y Aguado para mantener el balón, cumplieron el trabajo.
Huérfanos de títulos, culpabilizados hasta de un atropello, dejados a la buena de Dios, el libro de la liga más difícil se cierra con una de esas batallas que podremos decir que sobrevivimos. Más viejos, más gastados y aún así más enamorados de un modo de vida. Salimos a invasión por temporada. Habrá tantas historias que contar como espectadores en el campo, tantas celebraciones diferentes como quienes lo siguieron por radio o televisión. La locura se apoderó de todos. No se sientan mal. Forman parte de la familia. Bienvenidos, al manicomio de Cornellá.
Juan José Caseiro
