La indignación en el entorno del Espanyol sigue creciendo. Y con razón. Lo que pasó el sábado ante el Mallorca ya fue bastante como para perder la fe en el arbitraje, pero lo de este domingo en el Sevilla – Athletic Club ha sido la gota que colma el vaso. Porque, claro, cuando las decisiones son dudosas, polémicas y además arbitrarias, es difícil no pensar mal. Y en este caso, hay demasiadas razones para hacerlo.
Vamos por partes. Ayer, Del Cerro Grande, que estaba en la sala del VAR, decidió intervenir en el penalti parado por Joan García. Su argumento: que Walid Cheddira estaba dentro del semicírculo del área y que, según su criterio, eso influía en la jugada. ¿El problema? Que Cheddira no peleó el balón, no sacó ventaja de nada y simplemente recibió un rebote que ni él mismo esperaba. Es más, la acción fue tan rebuscada que costó varios minutos de deliberación hasta encontrar una excusa para hacer repetir el penalti. Lo lograron. Gol del Mallorca y el Espanyol, otra vez, pagando el pato.
Y ahora viene lo bueno, tal como ha advertido en X Xavi di Franco. En el Sevilla – Athletic Club, prácticamente la misma jugada. Penalti, rechace del portero, jugador invadiendo el área… pero aquí no pasa nada. Vesga lanza, Nyland para, el balón acaba saliendo a córner por parte de un jugador que invadía el área, y todos contentos. Ni repetición ni revisión ni nada. La pregunta es inevitable: ¿por qué en un partido sí y en otro no? ¿Por qué al Espanyol se le exige cumplir el reglamento con lupa mientras en otros casos miran hacia otro lado?

Lo cierto es que la sensación de persecución arbitral contra el Espanyol no es nueva. Y con Del Cerro Grande, en concreto, el historial es largo. Esta vez, lo que más escuece es la diferencia de criterios en apenas 24 horas. Si la norma es clara, que se aplique siempre. Pero cuando se usa según convenga, la sospecha es inevitable. Y el cabreo, también.
