El Espanyol entra en la recta final del curso con el agua al cuello, sí, pero con la cabeza fuera. A once jornadas del final, los de Manolo González son decimoquintos con 28 puntos y un partido menos que sus rivales directos. La salvación sigue siendo una carrera de fondo y, aunque la cuerda está tensa, hay un dato que invita a la esperanza: este Espanyol tiene más puntos de los que sumaban sus predecesores en los dos últimos descensos.

Es cierto que a Manolo González las estadísticas le importan más bien poco. Lo ha dicho él mismo en diferentes ruedas de prensa: comparar temporadas es un sinsentido. Cada año es un mundo y los contextos cambian demasiado. Pero también es verdad que los números, cuando van a favor, siempre son un buen argumento para ilusionarse. Y en este caso, lo son.
Menos equipo, pero más alma… y puntos
Si echamos la vista atrás, la situación a estas alturas de curso en el primer descenso de la era reciente, el de 2020, no tiene ni punto de comparación con la actual. A estas alturas de campeonato, aquel Espanyol era último de la clasificación con sólo a 20 puntos, a seis de la salvación. Vamos, que la cosa ya pintaba fatal y para sorpresa de absolutamente nadie, acabó aún peor. Con Abelardo primero y con Rufete después, dos técnicos que no supieron hacer nada positivo desde el banquillo, el equipo protagonizó una caída libre sin frenos y terminó con unos pobrísimos 25 puntos.

El segundo descenso, el de la 2022-23, sí que se asemeja más a lo que estamos viviendo este año. En aquel momento, el Espanyol sumaba 27 puntos con 27 partidos jugados, uno menos de los que lleva ahora el equipo de Manolo González. La situación era parecida: decimoctavo, metido en el meollo, con opciones de pelear pero sin margen para el error. Y entonces llegó una pésima racha de resultados, la destitución del “sembrático” Diego Martínez y la apuesta a la desesperada por un hombre que conocía bien la casa y con un gran predicamento entre la afición, Luis García. El equipo supo sobreponerse y pese a las dificultades aguantó el pulso hasta el final, pero el robo ante el Atlético, la polémica en Mestalla y el VAR terminaron por condenarlo. Se quedó finalmente en los 37 puntos, a cuatro de la permanencia.

Y aquí estamos ahora. Con menos talento en la plantilla, con un equipo que ha sido criticado desde el inicio del curso por su falta de calidad… pero con un entrenador que ha conseguido hacerlos competir y unos futbolistas que han sabido superarse y conscientes de sus limitaciones, han mostrado un enorme compromiso dejándose la piel sobre el campo. Nada que reprocharles en este sentido.
Que nadie se engañe, el Espanyol sigue en la cuerda floja y se va a jugar la vida hasta la última jornada, pero los números dicen que esta vez las cosas no van peor que en los últimos años, y las sensaciones, y es algo que ni los más acérrimos críticos con Manolo González pueden negar, son manifiestamente mejores.
¿Y ahora qué? Once finales y el perico no se rinde
Quedan once partidos para que finalice esta agotadora e interminable Liga y las proyecciones dicen que hay que llegar, como mínimo, a los 40 puntos. Eso no es ninguna novedad, y está en la línea de la últimas temporadas. El Espanyol ya ha pasado por esto antes, y aunque en los últimos años hay que reconocer que la cosa no ha salido bien, la historia también nos recuerda que el RCDE también ha sido capaz de lo mejor cuando toca apretar los dientes.

El objetivo es claro: sobrevivir. Y por el momento, Manolo y los suyos están en la pelea con más vida de la que muchos esperaban. No será fácil, pero si este equipo ha demostrado algo, es que rendirse no está en su manual. Y si hay que sufrir, que sea hasta el final.
