Quien siga habitualmente La Grada Ràdio ya lo sabe: este Espanyol de Manolo González tiene un sello claro, y es su capacidad para resistir al final de los encuentros. No es solo una sensación, los números lo confirman. El conjunto blanquiazul no ha recibido ni un solo gol ni en el descuento ni en los últimos veinte minutos de juego. Es decir, ningún rival ha sido capaz de batir a Dmitrovic en ese tramo de partido. El tanto más tardío que le han hecho al equipo llegó en el minuto 69 ante la Real Sociedad, en aquel 2-2 que aún escuece un poco por cómo se escapó. Y es este, de hecho, uno de los únicos dos encuentros en los que el Espanyol ha visto cómo le remontaban. El otro fue el día del Betis, cuando el golazo de Pol Lozano en el 15’ no bastó porque Cucho y Abde le dieron la vuelta nada más empezar la segunda parte.

Datos que refuerzan el trabajo de Manolo González
A partir de ahí, todo lo demás han sido historias muy diferentes. En el resto de partidos, el Espanyol ha sabido mantener las ventajas que lograba o incluso darle la vuelta a los marcadores. Solo ante el Real Madrid perdió sin haber estado por delante en ningún momento, y además fue el único encuentro donde realmente no tuvo opciones claras de puntuar. Esa solidez final refleja el carácter que ha inculcado Manolo González, un equipo al que cuesta horrores hacerle daño cuando el reloj se acerca al 90.
El otro lado del dato
Pero como apunta Álex Biescas en AS, no solo se trata de defender. El Espanyol también se ha convertido en un especialista en marcar en los minutos finales. Y eso sí que es oro puro. Son ya seis goles más allá del minuto 70, que han significado nada menos que tres victorias y un empate. Los dos primeros, los recordarán todos, llegaron en la épica remontada contra el Atlético. Luego vino el tanto ante el Mallorca, aquel partido con uno menos que se acabó ganando con un esfuerzo brutal. Más tarde apareció Puado, en la última jugada, para rescatar un punto frente al Valencia. Y los dos últimos llegaron en Oviedo, cuando Kike y Pere Milla cerraron con su acierto un triunfo tan trabajado como merecido en el Tartiere.

Una tendencia que ilusiona al espanyolismo
Así que sí, se puede decir que al Espanyol le sientan bien los finales de partido. Ni se descompone atrás ni perdona arriba. Un rasgo que no es casualidad, sino fruto del trabajo, la concentración y el carácter competitivo que Manolo ha sabido imprimirle al equipo. Y en una Liga tan igualada, esos minutos finales que antes daban miedo, ahora son el momento favorito de los pericos.
