Puede sonar extraño, incluso atrevido, pero es una realidad matemática: el Espanyol todavía tiene opciones de clasificarse para una competición europea. A falta de pocas jornadas, y aunque todo tendría que salir prácticamente perfecto, los números no mienten: la última vez que el conjunto blanquiazul sumó 38 puntos en 31 jornadas acabó metiéndose en Europa. Y por si fuera poco, la anterior ocasión en la que encadenó tres victorias consecutivas (también en 2019), el billete continental no se escapó. Y eso, en un año marcado desde el primer día por el objetivo de la permanencia, no es poca cosa.

La afición del Espanyol se ilusiona: Europa sería un salto brutal tras pelear por la permanencia
La mera posibilidad ha encendido una chispa entre la afición. No son pocos los que empiezan a mirar de reojo la tabla, calculadora en mano, y se permiten soñar. “Volver a Europa pondría al Espanyol otra vez en el mapa”, se escucha en los pasillos del estadio. El argumento es claro: clasificarse supondría un impulso en todos los sentidos. Ilusión para los seguidores, prestigio para el club y un escaparate perfecto para atraer fichajes de más nivel. Porque sí, a cualquier jugador le motivaría disputar partidos europeos con la camiseta del Espanyol, y nadie lo discute.
El club necesita dar pasos adelante, y disputar la Conference League —por modesta que sea la competición— sería un síntoma de crecimiento. Sería una señal para el mercado de que el Espanyol está de vuelta, compitiendo con los grandes por algo más que mantenerse a flote.

El precedente que asusta: cuando Europa le costó la permanencia al Espanyol
Sin embargo, no todo son ventajas. La posibilidad de jugar en Europa despierta también dudas muy serias. La principal: ¿está preparado el club para afrontar ese reto sin que le pase factura? Porque no hay que irse muy lejos para encontrar un precedente que invita a la prudencia. En la temporada 2018-19, el equipo de Rubi logró una histórica clasificación para la Europa League. Pero el proyecto no se reforzó como tocaba, el equipo se debilitó en verano y el resultado fue catastrófico: descenso a Segunda división apenas unos meses después.

El Espanyol no es el de entonces, pero el riesgo de soñar con Europa sin base es real
Hoy, aunque muchos insisten en que “Manolo no es Gallego“, y que el actual cuerpo técnico transmite otra solidez, el contexto no es muy distinto. Hay una plantilla que ha rendido por encima de lo esperado, pero que en verano se verá inevitablemente alterada. Jugadores clave acabarán contrato o recibirán ofertas, y desde la propiedad no hay señales de que vaya a realizarse una gran inversión. De hecho, el perfil de futbolistas que suenan como posibles refuerzos invita al escepticismo: cesiones, apuestas de bajo coste y movimientos de escaso impacto. “Aquí no va a venir ningún bombazo”, reconocen incluso voces internas, conscientes de las limitaciones actuales.

El Espanyol debe evitar que la ilusión por Europa eclipse el verdadero objetivo: la permanencia
Y luego está el componente emocional. Si ahora se siembra en la afición la idea de que Europa es un objetivo posible, legítimo, y finalmente no se alcanza, existe el riesgo de que se perciba como un fracaso. Y no debería serlo. Porque el auténtico logro de esta temporada —el objetivo real desde el mes de agosto— es la permanencia. Cualquier otra cosa, por ilusionante que parezca, no debe emborronar el mérito de haber mantenido la categoría en un año tan difícil.

Europa ilusiona, pero la prioridad del Espanyol debe seguir siendo afianzar la permanencia
La tentación de Europa está ahí. Y como toda tentación, es poderosa, seductora y peligrosa al mismo tiempo. Es natural que el entorno la contemple, porque soñar forma parte del fútbol. Pero también conviene recordar que crecer de forma ordenada y sostenible es, a la larga, más importante que dar un salto que no se puede sostener. Porque si se hace sin red, el riesgo de volver a caer es demasiado alto.
Europa sería un premio extraordinario. Pero si no llega, no debe haber reproches. Porque lo que ha hecho este equipo, con los recursos que tiene, ya es de por sí extraordinario.
