No era una final, ni un partido de los que marcan época, pero sí uno de esos que cambian dinámicas. El Espanyol llegaba al Tartiere con una mochila pesada de semanas sin sumar de tres, de buenos partidos sin premio, de desplazamientos que se hacían largos de vuelta. Y al fin, por fin, se rompió la racha. Por fin lejos de casa, el equipo volvió a dar una alegría. No fue a lo mejor la más brillante, pero sí muy necesaria. Un 0-2 que vale más que tres puntos, porque devuelve la confianza en el camino que se está recorriendo.

Una mochila que pesaba demasiado
No es solo que el equipo no ganara fuera esta temporada. Se dice pronto, pero son seis meses y pico -eso sí, con un verano sin competición de por medio- viajando sin traerse el botín completo. Una mochila llena de empates, derrotas, y de eso que duele más: jugar bien pero no rematar la faena. Hasta este viernes en el Tartiere. Kike abrió la lata con suspense, Pere Milla cerró con el sello de pichichi y a otra cosa.

Manolo también se quita un peso de encima
Para Manolo González esta victoria era necesaria. No por el qué dirán, ni por encuestas, ni por la grada caliente del siguiente partido. Era necesaria para que el equipo creyera. Porque puedes tener un plan, puedes ver al grupo enchufado, puedes trabajar bien. pero si fuera de casa no rascas ni una, algo se acaba rompiendo. Y no es el vestuario, que no muestra fisuras y cree en el plan del técncio, es la confianza.

Ahora el equipo sabe que sí puede. Que también puede ganar cuando no hay 20.000 gargantas empujando en Cornellà. Que no es solo lo de casa.
El estreno de Pace, con tres puntos bajo el brazo
Este triunfo también sirve como bienvenida formal a Alan Pace, que lo celebró a lo grande en redes. Primer partido oficial desde que se firmó la compraventa, y primer partido con victoria. No está mal para empezar una etapa que promete mucho, pero que tendrá que medirse en hechos. Y este viernes hubo uno: el Espanyol ganó. Y lo hizo con oficio, con seriedad, sin florituras pero con sentido.
Dmitrovic, defensa firme y eficacia arriba: la receta
Para llevarse los tres puntos fuera, hay que cumplir con cosas básicas. Una portería a cero. Un portero que saque alguna. Una defensa que no regale. Un centro del campo que no se rompa en dos. Y un delantero que la enchufe cuando toca. En Oviedo se juntó todo. No fue un partidazo de locos, pero sí un partido de equipo que sabe a lo que juega. De esos que dan confianza y visten el esfuerzo.

Fin a un gafe que duraba demasiado
Desde aquel 0-2 en Balaídos en abril, con doblete de Roberto, el Espanyol no había vuelto a celebrar un triunfo lejos de su estadio. Entre medias, empates con regusto amargo, derrotas evitables y muchos “si hubiéramos…” que ya no cuentan. Ahora sí se puede mirar la tabla con otros ojos porque esto cambia cosas. Ha de ser el primer triunfo lejos de casa de muchos que permitan elevar el nivel de aspiraciones del equipo, llegar pronto a esa cifra de 40-42 putos en que está cifrada habitualmente la permanencia matemática y entonces sí, comenzar a hablar de cosas más serias e ilusionantes.
