El Espanyol afronta el parón liguero por las fiestas de Navidad con la mirada fija en el calendario, pero sobre todo en sí mismo, tras cerrar una segunda mitad de 2024 realmente de pesadilla. Con tan solo 15 puntos en 18 jornadas, la proyección para el final de la temporada si no se revierte radicalmente esta dinámica apenas superaría los 30 puntos, una cifra absolutamente insuficiente y que, si tenemos en cuenta lo que dicen las estadísticas históricas de la competición, condenaría irremisiblemente al equipo al descenso. A pesar de los números y el runrún del entorno, el club parece dispuesto a mantener a Manolo González al frente, al menos hasta el próximo partido oficial, el 11 de enero frente al Leganés, un duelo directo por la salvación que pondrá fin a la primera vuelta de LaLiga.
Una tendencia insostenible
Los números del Espanyol explican por sí solos el drama deportivo. La derrota contra Las Palmas (1-0), que se suma a una racha de cuatro partidos sin ganar, deja al equipo un punto por debajo de la salvación, lo que ciertamente es el único punto de esperanza al que asirse como un clavo ardiendo. Los blanquiazules solo han sumado dos puntos de los últimos 12 posibles, todos ellos contra rivales directos como Osasuna y Valencia, y su única victoria en las últimas nueve jornadas se antoja un espejismo en una trayectoria plagada de tropiezos. Especialmente doloroso es su registro fuera de casa: apenas un punto en los 27 en juego.
En circunstancias normales, estos números habrían precipitado el despido del entrenador. Sin embargo, en el Espanyol de Chen Yansheng, nada parece responder a la lógica habitual. La poca calidad en términos generales de la actual plantilla y la ausencia de inversión por parte de Rastar convierten cada jornada en una batalla cuesta arriba, con el a veces superado Manolo como rostro visible y a la vez víctima directa de una estructura debilitada desde la raíz.
Promesas y realidades
Mientras tanto, desde las oficinas del RCDE Stadium, los mensajes contradictorios no hacen más que aumentar la incertidumbre, sin que el espanyolismo sepa muy bien a qué atenerse. Aunque el director financiero, Joan Fitó, descartó de forma tajante cualquier fichaje en el mercado invernal durante la reciente Junta de Accionistas, el club ha comenzado a filtrar la posibilidad de incorporar refuerzos. Eso sí, siempre bajo la premisa de operaciones a coste cero.
Además, para liberar espacio en el límite salarial, sería necesario deshacerse de jugadores que no cuentan o rescindir alguna cesión, una tarea complicada en el contexto actual. Incluso en el mejor de los casos, las incorporaciones serían a través de préstamos y con un perfil muy modesto, lejos del impacto necesario en la plantilla para cambiar el rumbo de un equipo al borde del abismo.
Tiempo para algo más que reflexionar
Con tres semanas por delante antes del duelo contra el Leganés, el Espanyol tiene la oportunidad, o más bien la necesidad, de dar un giro radical. Sea con Manolo González como insiste el club o con otro técnico, los blanquiazules deben encontrar soluciones urgentes aprovechando esta tregua. De todos modos todos estos debates no pueden servir para esconder que más allá de los nombres en el banquillo o el mercado de fichajes, el club se enfrenta a una realidad ineludible: sin un cambio estructural profundo y un esfuerzo tangible por parte de la propiedad, la permanencia será poco menos que un sueño imposible.
La afición perica, obligada a pasar en el terreno futbolístico unas Navidades muy tristes y de incerteza, se prepara para un nuevo capítulo de sufrimiento. Pero la esperanza, aunque tenue, reside en que este parón sirva como el punto de inflexión que tanto necesita un Espanyol en caída libre.