El Espanyol afronta una semana absolutamente crucial para su futuro inmediato. En plena recta final del campeonato y con la necesidad imperiosa de sumar puntos para amarrar la permanencia en Primera división, los de Manolo González se preparan para medirse a dos rivales directos… con nombres muy conocidos en el banquillo. Primero, Osasuna, con Vicente Moreno al mando. Después, la UD Las Palmas, dirigida por Diego Martínez. Dos técnicos con pasado reciente en el RCDE Stadium, que ahora se cruzan en el camino blanquiazul en un momento de máxima tensión clasificatoria.

El duelo de este fin de semana ante Osasuna supondrá el reencuentro con Vicente Moreno, un entrenador que, pese a las críticas que recibió en su segunda temporada, firmó una etapa notable en términos de resultados. Logró el ascenso inmediato tras el traumático descenso de 2020 y selló una permanencia sobrada un año después. Sin embargo, la exigencia del entorno y la falta de sintonía con parte del vestuario desgastaron una relación que terminó antes de tiempo. Aunque su destitución se justificó oficialmente como una necesidad de “cambio de rumbo”, lo cierto es que el valenciano se marchó con los objetivos cumplidos. Hoy, su Osasuna está a las puertas de Europa, y su figura, tras anunciar que no seguirá el próximo curso, ha sido revalorizada por una temporada en la que ha recuperado el crédito perdido.

En el otro lado de esta doble cita aparecerá Diego Martínez. El técnico gallego, que llegó al Espanyol con grandes expectativas y un discurso ambicioso tras su paso por el Granada, no cumplió con lo prometido. Su etapa estuvo marcada por un fútbol plano, decisiones discutidas y una gestión del grupo que no terminó de cuajar. Fue cesado tras una racha nefasta de resultados, con el equipo hundido en la tabla. Paradójicamente, pocos meses después se encontraba al frente de una UD Las Palmas en ascenso. En noviembre pasado, su equipo superaba al Espanyol y se hablaba de él como un técnico en auge. Hoy, la situación es muy distinta: el conjunto canario ha certificado su descenso a Segunda, y buena parte de la crítica señala a Martínez como uno de los principales responsables del desastre.
El contexto añade un peso simbólico a lo que ya de por sí son dos auténticas finales. Para el Espanyol, no es solo una cuestión de puntos. Es también una oportunidad de reivindicarse ante dos antiguos proyectos que no terminaron bien. La permanencia pasa por responder en el campo, pero también por saber gestionar la carga emocional de enfrentarse a dos técnicos que conocen bien la casa y que, de una forma u otra, dejaron huella en ella.
Manolo González lo sabe. Su plantilla está ante un momento límite. Cada decisión, cada error y cada acierto puede marcar la diferencia entre salvar la categoría o volver a caer en el abismo. Y lo hará con el pasado en frente. Un pasado que ahora, en el momento más delicado, tiene voz desde los banquillos rivales.
