El Espanyol atraviesa un momento complicado en el que el centro del campo se ha convertido en un punto débil. De hecho, la fragilidad del equipo en la medular no es un problema reciente, sino una herida que se abrió en verano y que todavía sangra. La plantilla está coja en esta parcela, especialmente en perfiles. Desde el principio se evidenció la falta de un diez, un mediapunta capaz de conectar líneas y filtrar el último paso, algo que, hasta ahora, sólo cumple de manera irregular Edu Expósito. Naci Ünüvar, quien también hubiese podido aportar en esa función, ya no está en el equipo, y la salida de Nico Melamed dejó un vacío que no se cubrió en el mercado estival.
Las circunstancias tampoco han ayudado. Las lesiones han golpeado con dureza esta posición: Edu Expósito, tras superar una lesión de larga duración, apenas reapareció en diciembre y aún se está a la espera de que pueda jugar los 90 minutos, mientras que José Gragera, operado en noviembre, no volverá hasta finales de febrero. En este contexto, no sorprende que Manolo González haya recurrido al filial, y en consecuencia Justin Smith y Rafa Bauza han tenido protagonismo con el primer equipo, reflejando la urgencia en la sala de máquinas blanquiazul.
El momento de forma también es dispar. Pol Lozano ha sido una de las pocas notas positivas, consolidándose como una pieza clave en el esquema del técnico gallego. Sin embargo, Alex Král, que comenzó la temporada deslumbrando con sus prestaciones, atraviesa un bajón preocupante. Su rendimiento ha caído tanto que Manolo González no dudó en exigirle más públicamente tras el duelo ante el Valladolid. En este sentido, la ausencia del mencionado Gragera ha dejado al equipo sin una pieza clave para mantener el control en el medio, lo que ha derivado indirectamente en un bajón notable en el rendimiento del checo. La falta de equilibrio en esta zona del campo está afectando tanto la fase defensiva como la transición ofensiva, un problema que el cuerpo técnico debe tratar de atacar de cara a los meses más duros de la competición. Y es que los centrocampistas son habitualmente los jugadores que menos intervienen con la pelota en sus pies, lo que es un problema a la hora de controlar más los partidos y tratar de pilotar transiciones más ordenadas.
La llegada de Urko González de Zárate apunta directamente a esta necesidad. El centrocampista vasco, cedido para reforzar al equipo hasta que Gragera pueda regresar, ha sido la apuesta del club para devolver consistencia al engranaje blanquiazul. Urko es un perfil que encaja con los últimos mediocentros formados en la Real Sociedad: jugador con buen pie, capaz de sacar el balón con criterio desde atrás, pero con carencias en cuanto a contundencia defensiva y velocidad, algo que ya le pasó factura en su paso por la categoría máxima en el club txuri-urdin.
El principal desafío será comprobar cómo se adapta al ritmo de un equipo como el Espanyol donde el tiempo aprieta ya que necesita soluciones inmediatas. Su aparente falta de dinamismo podría ser un obstáculo en un sistema que ya está mostrando fisuras sin un eje sólido como Gragera. A pesar de ello, su capacidad para mover la pelota con criterio es una cualidad que podría ser vital para un Espanyol que en ocasiones muestra una preocupante desconexión en su juego.
El cambio de sistema también ha aumentado definitivamente los problemas. Sin claridad en el eje del campo, todo se acumula y Král, que fue una de las sensaciones del curso, se está viendo asfixiado cuando lo que más se necesita es el apoyo correspondiente a un rol titular como el suyo.
Todo ello aporta presión, acelerando la integración de Urko e incluso invitando a la búsqueda de variantes tácticas. De entrada, todo dependerá de que el jugador vasco logre adaptarse rápidamente a las exigencias de Primera y aporte lo que tiene al equipo. Las dudas sobre su velocidad y la consistencia defensiva están ahí, pero su buen pie puede ser el salvavidas que el Espanyol necesita para estabilizarse y afrontar con garantías los retos que tiene por delante.
