La historia del fútbol europeo en la última década no puede entenderse sin hablar del desembarco, el derroche y la estampida del dinero chino. Fue una invasión silenciosa, alentada desde Pekín, que tenía aires de revolución estratégica y terminó siendo una gigantesca burbuja. Y justo cuando esa burbuja está a punto de disiparse del todo, aparece un informe clave que lo explica con claridad quirúrgica: el publicado por Roger Requena en 2Playbook, medio de referencia en la intersección entre deporte y economía.
En él, el periodista desgrana con cifras, contexto y ejemplos la “opa china” sobre el fútbol europeo, que tuvo en el RCD Espanyol uno de sus protagonistas más visibles. Y es que el club blanquiazul, recién vendido por Rastar Group a ALK Capital, fue uno de los últimos bastiones de esa operación coordinada desde el mismísimo corazón del Partido Comunista chino. Literalmente. “El aleteo de una mariposa puede provocar un huracán al otro lado del mundo”, arranca el texto citando un proverbio chino. Porque todo este fenómeno no fue fruto de la casualidad: fue una política de Estado.
Un plan con nombre propio: Xi Jinping
En 2014, el presidente Xi Jinping -reconocido forofo del balón- impulsó un plan nacional para transformar a China en una superpotencia futbolística antes de 2050. Lo quería todo: formar jugadores, ser sede de un Mundial, y además ganarlo. Para ello, se animó a empresas del país a invertir fuera: el fútbol se convirtió en una cuestión de orgullo nacional.
Durante unos años, la fiebre fue total. Desde el Espanyol hasta el AC Milan, pasando por el Atlético, el Aston Villa o el Wolverhampton. En total, más de 2.600 millones de euros invertidos entre 2015 y 2017, según datos de Intelligence 2P. Pero la mayoría de operaciones se hicieron a crédito y con el objetivo de crecer a base de deuda, sin un plan claro de retorno. ¿Resultado? Más de 1.000 millones en pérdidas globales.
Del entusiasmo a la prohibición
El giro de guion llegó cuando el propio Xi decidió frenar esa euforia. En 2017, el Gobierno empezó a restringir la inversión extranjera en sectores como el deporte o el entretenimiento. Lo que hasta entonces era un símbolo de progreso pasó a ser una amenaza para la estabilidad financiera nacional. Y la orden fue clara: vender.
En ese contexto, Rastar Group fue aguantando. Llegó al Espanyol en 2016 y, aunque durante años prometió una inversión firme, lo cierto es que el proyecto quedó a medio camino. El club sufrió el frenazo de capital desde China y la imposibilidad de seguir creciendo como se esperaba.
Según Requena, Chen Yansheng y los suyos invirtieron cerca de 235 millones de euros en una década. Ahora, si se cumple el plan de salida pactado con ALK Capital, podrían recuperar hasta 146 millones. Pero eso, claro, dependerá de si Espanyol y Burnley consolidan su plaza en Primera y en la Premier, respectivamente.
Del Wanda al desastre de Li Yonghong: todos los casos
El informe no se queda solo en el caso perico. Requena detalla cómo otros gigantes del fútbol europeo vivieron realidades paralelas. El Atlético, que vendió su parte china a Quantum. El Aston Villa, que casi no puede inscribirse por culpa del agujero de su dueño asiático. El Milan, rescatado in extremis por Elliott tras el impago de su comprador chino. El Inter, que pasó a manos de Oaktree tras otro caso de deuda sin cubrir.
En todos los casos, la historia se repite: compras a precios desorbitados, inyecciones de capital que se cortan en seco y ventas aceleradas, muchas veces por debajo del precio de entrada. Solo un puñado de operaciones, como la del OGC Niza o el Olympique de Lyon, lograron ser rentables.
¿Y ahora qué?
Con la salida de Rastar, el capital chino en el fútbol europeo agoniza. Solo quedan tres bastiones: Wuhan DDMC en el Granada, Fosun en el Wolverhampton y ORG Packaging en el Auxerre francés. El resto ya ha salido o está en proceso.
El caso del Espanyol, por su parte, ha servido como símbolo de todo este ciclo: una inversión iniciada con fuegos artificiales, atrapada después por decisiones políticas y vendida en mitad de la incertidumbre. Requena lo resume con precisión, y no hace falta ser economista para entenderlo: el fútbol europeo fue el tablero, pero las partidas se jugaban muy, muy lejos de aquí.
Ahora que Alan Pace ya se ha hecho con las riendas, el Espanyol tiene ante sí la oportunidad de cerrar por fin el capítulo más extraño y contradictorio de su historia reciente. Uno que empezó con promesas de grandeza y terminó con un adiós silencioso desde Cantón.
