La contracrónica del Espanyol – Real Madrid, por Juan José Caseiro.
El muro aguanta
Es una de las semanas del año marcada por la prensa propagandista de esta tierra, en la que se insiste en repetir las mentiras de siempre. En sus pensamientos nos imaginarán besándonos, como en el graffiti del Muro de Berlín donde así aparecen Brezhnev y Honecker. Y de repente, la única semejanza que pueden encontrar es el espacio, un muro que representó a un bloque granítico de un magnífico Espanyol.
Fútbol champán en la portería, con un Joan vestido de superhéroe; Omar no caía en el cebo que te pone Vinicius, Kumbulla ponía todos los requisitos de los buenos centrales, Cabrera, así, vale más que los diez millones que un día se pagaron y Romero, que se libró de salir del escenario antes de tiempo, sacó provecho de las innumerables proyecciones que ofrece en ataque.
Una medular de tres efectivos nos dio la mitad de la victoria; Pol rectificaba la complicación de enfrentarte a rivales superiores, Urko enseñó la escuela en la que se formó y que ahora no le deja sitio y solo alguna pérdida de Král, emborrona su obligado esfuerzo.
La capacidad de Jofre se le escabulló en alguna conducción, Puado secundó desde la izquierda las ayudas a Romero y el acompañamiento a Roberto, con una capacidad sorprendente para que no le quemara el balón en los pies.
A ninguno de los que salió del banco les pudo la grandiosidad de la hazaña que se venía: Tejero enseñó al resto a perder tiempo, Roca puso la verticalidad que nos llevó al gol, Veliz sumó rentabilidad en sus minutos y Calero cerró los pases interiores en un alargue exagerado.
Cuando el empate premiaba el mejor trabajo como bloque del curso, algunos rezábamos por no perder un punto que incrementaba el ánimo y mantenía la clasificación. Y sin embargo, llegó la euforia, esa que sabe mejor cuando menos te lo esperas. Y juntos y apretados como las tuercas de un submarino, se ganó. Y es justo ahora, que hasta la vida se ve un poco mejor.
Juan José Caseiro
