Tras lograr sobre la campana un ascenso lleno de sufrimiento, decidido en el último partido del playoff, el RCD Espanyol enfrenta ahora un desafío aún mayor: mantenerse en Primera división la próxima temporada, algo que pasa a ser un auténtico reto dada la delicada situación del club. Aparcada de momento la esperanza de aspirar de entrada a otros objetivos más ilusionantes, la idea de los dirigentes del club, que desde el justo momento del ascenso han insistido en trasladar a la afición una visión realista de a qué puede aspirar el equipo dada su precaria situación económica, pasa por algo mucho más modesto, pero igualmente exigente: consolidarse en Primera y evitar convertirse en un equipo ascensor.
Economía de guerra para el Espanyol
Los primeros efectos de esta economía de guerra en la cual se halla instalada la entidad blanquiazul está en el nivel de los fichajes, que obliga a lograr cedidos o jugadores libres. El director deportivo del Espanyol, Fran Garagarza, muy limitado por la voluntad firme de Chen Yansheng de no invertir en nuevos jugadores, tiene encomendada la complicada misión de suplir las bajas que se produzcan, alguna ciertamente sensible, haciendo un gasto mínimo.
Todo un reto para el de Mutriku, que en su tercer mercado tiene también el reto personal de hacer olvidar lo sucedido en los anteriores -un primero, el de verano de 2023, con unos fichajes que mayoritariamente no dieron el resultado esperado, y un segundo, el de invierno de 2024, en que no se produjo ninguna incorporación más allá de la del retorno de Rubén Sánchez-.
El alto coste de la plantilla y la alta deuda que arrastra la entidad condiciona los movimientos de la dirección deportiva, que, por otra parte, y viendo este limitante escenario ha apostado decididamente por ligar algunos de los valores de la cantera, que se presenta como un recurso más para poder afrontar el curso.
Eso sí, un escenario ideal sería que se repitiesen irrupciones de hombres como Joan García, Omar El Hilali o Jofre Carreras, que el pasado curso en LaLiga Hypermotion dieron el paso para pasar a ser importantes en los planes del cuerpo técnico, y que futbolistas que apenas pudieron asomarse al fútbol profesional como Kenneth Soler, Gastón Valles, Ian Forns, Antoniu Roca o Rafa Bauza pudieran convertirse en auténticos refuerzos de lujo.
Pese a ello, algunos de estos nombres están previsto que salgan vía cesión y gozar así de minutos, lo que hace pensar que los responsables deportivos, por una parte, no quieren cortar su progresión, y también que aún no los ven lo suficientemente preparados para el reto de la máxima categoría. Esta semana en ‘La Grada Ràdio’ se vivía un apasionado debate entre los defensores de la presencia de futbolistas del filial perico, que este año seguirá jugando en la Segunda RFEF, en el primer equipo, y aquellos que consideran que se trataría de una apuesta de riesgo dada la exigencia de la competición.

Lógicamente, la virtud se encuentra en encontrar ese punto de equilibrio que permita apostar por determinados futbolistas con valentía, pero también con la suficiente inteligencia para que no afecte su desarrollo. Aunque sin una inyección económica para fichajes contrastados no queda otra opción que reinventarse y mirar hacia la cantera y, pese a que la idea de Fran Garagarza pasa por apostar por jugadores con hambre en un club que arrastra enormes problemas financieros, no se puede caer en el recurso fácil de cargar de responsabilidad en exclusiva sobre hombres en etapa formativa.
De hecho, realmente la intención debe ser la de permitir que estos futbolistas tan jóvenes puedan derribar la puerta en circunstancias que no sean extremas, y su adaptación a la élite sea progresiva, lo que ha de redundar en beneficio del jugador y del propio club, cuya viabilidad a medio y largo plazo pasa por nutrirse del talento que aporte La21.
