El hecho de que el Espanyol porte delante de su nombre el adjetivo de “Real” y que luzca la corona es para muchos pericos motivo de orgullo, y para otros, posiblemente movidos por su sentimiento antimonárquico o por considerarlo un hecho anacrónico que convendría abolir. Hoy en su sección el político e historiador Pere Bosch i Cuenca analiza en su sección de ‘L’Esportiu’ desde su particular punto de vista la génesis de esta concesión real al Espanyol, y como en su día generó un debate que recuerda al que periódicamente resurge en el entorno perico a partir de la mezcla de símbolos como la bandera española con el escudo de la entidad -el último ejemplo lo tuvimos en la agria pelea virtual que tuvo como escenario twitter entre los que defendían esta mezcla de símbolos y quienes la criticaban abiertamente tras lo visto en la grada visitante de El Alcoraz-.
La petición de la gracia de “Real” del Espanyol, concedida en tiempo récord
Bosch explica como esta distinción de “real” que portan diferentes clubes a todo lo largo de la geografía nacional se remonta a principios del siglo pasado relacionada con una supuesta afición del monarca Alfonso XIII por el fútbol, lo cual lo llevó a impulsar la creación de una competición con su título el 1903 y, más adelante, a otorgar el adjetivo de “real” a los clubes que lo solicitaran, petición que era bastante habitual que fuera correspondida con el nombramiento del monarca como socio de honor. La petición del Espanyol se presentó el 28 de febrero del 1912; la firmaba Santiago de la Riva como presidente y “propietario” de la entidad. En el escrito se destacaba que el club se había fundado el 1900, que tenía más de 600 socios, entre los cuales había “distinguidos aristócratas”, y que se dedicaba “al fomento del deporte, celebrando fiestas deportivas y otras actividades que van en beneficio de la cultura física”; en la parte superior del escrito se puede leer una anotación en la cual se deja constancia que la concesión estaba avalada por Baltasar de Losada, conde de Maceda y “Grande de España”. Explica pero Bosch como según una información aparecida en el diario ‘Mundo Deportivo’ se destacaban “las gestiones y los trabajos” de José Ciudad, vicepresidente del club. La gracia real se obtuvo el 25 de abril del 1912, tan solo dos meses después de la petición, con lo cual el Espanyol pasaba a añadir el “Real” a su denominación, y se le permitía el uso del escudo de las armas reales “en las cabeceras de los documentos de su uso”.
Desavenencias entre las gentes del Espanyol por la gracia real
La distinción se ratificó en una junta que se celebró el 19 de mayo, pero la “gracia real” no complació a todo el mundo ya que la prensa destacaba que “el cambio de nombre no había sido recibido de forma favorable por algunos socios”, hasta el punto que se dieron de baja como forma de protesta: algunos eran muy conocidos e influyentes, como el futbolista Emili Sampere y toda su familia, y Julià Mora. También habían anunciado que tenían “iguales propósitos los hermanos Ardura, el señor Clapera, La Riva (E.) y otros significados radicales, mal avenidos, naturalmente, con los atributos de la realeza”. En la misma reunión también se debatió que se nombraran socios honorarios a Alejandro Lerroux, Francesc Cambó, Pere Coromines y al duque de Solferino; algunos, como Lerroux y Coromines, destacados republicanos. Por lo visto, se optó por incluir una representación de la política catalana de entonces para compensar la gracia real, aunque la propuesta quedó “pendiente de aprobación en otra junta”.
