A veces, el fútbol tiene estas cosas. Ciclos raros, caprichosos, incluso un poco poéticos si te pones en plan nostálgico. Y el de este martes en Mestalla tiene todos los ingredientes. El Espanyol, que hace justo dos años tocó fondo en ese estadio con un descenso que todavía escuece, vuelve ahora con la posibilidad de cerrar el círculo. Y hacerlo bien cerrado. Porque si se gana, si se llega a esos 40 puntos mágicos, la permanencia estará casi en el bolsillo. Irónicamente, en el mismo lugar donde lo perdimos todo, podríamos recuperar el futuro.

Sí, Mestalla. El escenario que a muchos pericos aún les pone un nudo en el estómago. El día del descenso, el del 2-2 con gol en el 93′, el del “Otra vez cosas que no podemos controlar nos perjudican” que soltó Darder con los ojos rojos y la voz rota.

El partido donde Gil Manzano se convirtió en un nombre maldito. Donde se anuló un gol legal de César Montes, donde hubo una falta sobre Braithwaite que nunca se pitó, donde no se revisó nada en el VAR, y donde todo acabó con el Espanyol cayendo a Segunda por sexta vez en su historia. El séptimo equipo con más temporadas en Primera, hundido otra vez. Y por si fuera poco, con el Valencia celebrando su permanencia a costa nuestra. Una escena que quedó marcada a fuego.

Y ahora… ahora es distinto. Ahora se respira otra cosa. Este Espanyol, el de Manolo González, ya no es ese grupo roto y desconectado de 2023. Es un equipo con alma, con una idea, con jugadores que creen y que compiten. Se ha pasado de la angustia a la esperanza, y lo mejor de todo es que no ha hecho falta ningún discurso grandilocuente. Ha sido a base de curro, de orden y de recuperar la autoestima.
Llega el Espanyol a Mestalla con 38 puntos, con tres victorias seguidas en la mochila, y con la sensación de ser un equipo que va a más. “Permanencia no matemática, pero sí real”, diría alguno. Y es que ya no se sufre por abajo. Ahora se sueña con algo más. Pero ojo, antes de soñar hay que terminar el trabajo. Y qué mejor sitio que ese para hacerlo.

Si se gana este martes, se alcanza la mítica barrera de los 40 puntos. Esa que siempre se ha dicho que te garantiza quedarte. Sería bonito, simbólico. Una especie de revancha emocional. El mismo campo, pero otro guion. El final que merecía aquel equipo que lloró en silencio en un vestuario de visitante hace justo dos años.
Y no es que nos vayamos a olvidar de lo que pasó en 2023. Para nada. Eso se queda ahí, en la memoria colectiva de una afición que ha aprendido a resistir. Pero poder decir “volvimos y nos salvamos en Mestalla” suena a justicia poética. Suena a cerrar heridas.
Quedan siete partidos, pero este tiene algo especial. Un significado que va más allá de los puntos. Es una oportunidad para cambiar la narrativa. Para decir: “Aquí descendimos, sí, pero aquí también nos salvamos”.
Así que sí. Mestalla otra vez. Pero esta vez, con la cabeza alta. Porque el Espanyol llega vivo, fuerte y con ganas. Y porque aunque el pasado no se borra, también puede reescribirse.
El lugar del crimen… o el escenario del perdón. Tú eliges.
