La Cerámica, donde este lunes aguarda el Villarreal, es la próxima estación por donde pasan las aspiraciones del Espanyol de salvar la categoría y quedarse en Primera división. Esta vez, a diferencia de otros años por culpa del calendario, no habrá caravana masiva hasta Vila-Real, y no se llenará a rebosar la zona visitante del remozado estadio groguet.
Este escenario ha escrito páginas tanto positivas como negativas en la historia del Espanyol, ligadas siempre a temporadas en las que el objetivo ha sido la permanencia. Imposible no recordar el 1 de febrero de 2004: el equipo perico venía de caer ante el Betis en el anterior partido, 1-2 en Montjuïc. Con ello, se situaba a siete puntos de la permanencia tras 21 jornadas. Y acababa de cerrar la persiana de un mercado de invierno en el que había fichado a un delantero desconocido que venía de ser el ‘pichichi’ de su Liga con el Steaua de Bucarest: Claudiu Nicu Raducanu. Llegado desde Rumanía, en su presentación, el 26 de enero, llegó a afirmar: “Estamos en manos de Dios para salvarnos”. Más bien, la permanencia estaba en sus pies.
El día de su debut, Raducanu entró en el minuto 70 del Villarreal – Espanyol en sustitución de Pierre Wome. Luis Fernández buscaba la pólvora que le faltaba porque Raúl Tamudo estaba sancionado. Y explotó. A un minuto del final, Iván de la Peña condujo una contra, cedió a la derecha para Maxi Rodríguez, quien centró para que Raducanu le ganara la partida a Pepe Reina. Tres puntos valiosísimos que situaban la permanencia a cuatro y alejaban a los locales de la Champions. El rumano fue a celebrar con los 600 pericos presentes en Vila-Real. Pochettino, su compañero de habitación y que había llegado también en la ventana de invierno, le animó a acercarse, el rumano lanzó su camiseta y la valla cedió, con el resultado de unos 30 heridos leves.
El Espanyol acabó salvándose en la última jornada, ganando a un Murcia ya descendido en uno de los partidos más recordados de su etapa en Montjuïc. Pero todo comenzó en Vila-Real. Cada visita a La Cerámica evoca aquel gol, aquel ‘Espíritu Raducanu’ que ha sido invocado en más de una ocasión.
El 7 de marzo de 2009, con el Espanyol de nuevo en apuros, miles de pericos se desplazaron y desplegaron una gran pancarta con la inscripción: ‘Espíritu Raducanu’. Sin embargo, el equipo perdió 1-0, con un penalti fallado por Luis García, aunque el final sería feliz y el equipo logró holgadamente la permanencia con Mauricio Pochettino en el banquillo. A falta de diez jornadas para la conclusión de la Liga, último clasificado y cuando parecía abocado al descenso tras pasar Tintín Márquez y José Manuel Esnal, Mané, el argentino llevó al equipo a sumar 8 victorias, un empate y perdió solo un partido de los diez últimos.
Hubo más suerte en la visita a La Plana en la jornada 20 de la temporada 2019-20, cuando hasta 3.000 aficionados viajaron esperando repetir la gesta de 2004. Con Abelardo en el banquillo, el Espanyol ganó 1-2 con goles de David López y Raúl de Tomás, aunque la historia por el contrario terminó con un amargo descenso.
Más reciente es la derrota de la temporada 2022-23, también en la jornada 20. Dirigido por Luis García, el Espanyol perdió dramáticamente por 4-2. Puado y Joselu marcaron para los blanquiazules, pero los goles de Capoue, Parejo y Jackson destrozaron a un equipo blanquiazul ya agonizante.
Hoy, la situación es distinta. No se trata de una lucha desesperada, pero un triunfo en el campo del Villarreal sería ciertamente propinar un golpe contundente sobre la mesa. Y el Espanyol tiene en sus filas a un delantero llegado también en el mercado de invierno, con un espíritu de lucha que invita a pensar que es capaz de protagonizar otra gesta como la del rumano: Roberto Fernández. Quién sabe si el andaluz podrá ser el salvador de esta historia y escribir su propio capítulo en el célebre ‘Espíritu Raducanu’.
