El arranque de temporada del Espanyol no solo ha devuelto ilusión a la grada, también ha despertado reflexiones de fondo. Eduardo Grenier firma un artículo que va más allá de la euforia por los 10 puntos de 12 posibles. En su opinión, lo que realmente emociona no es tanto la clasificación como la forma en la que el equipo compite, dejando claro que lo importante es la identidad y el esfuerzo.
Su texto, titulado “Este equipo me representa”, recuerda años de desencanto para remarcar que ahora, bajo el mando de Manolo González, la afición vuelve a sentirse identificada con un grupo que lucha, se vacía y hace honor al escudo. Una reflexión en clave perica que mezcla memoria, presente y esperanza.
Este equipo me representa
El fútbol tiene memoria breve y selectiva. El presente, con toda lógica, suele deglutir todos los temas cotidianos, más ahora, si hablamos de fútbol y del RCD Espanyol, que los pericos han alzado vuelo hacia la zona noble de la tabla de posiciones de La Liga. Ya lo sé: apenas van cuatro jornadas y queda mucho, muchísimo calendario todavía, pero en esa búsqueda de la felicidad futbolística debemos disfrutar del “hoy”.
Sin embargo, me tomo la licencia de recordar. Y no por aguafiestas, sino porque todo éxito, aun con la duda de si será o no pasajero, tiene historias por detrás que lo pueden hacer aún más valioso. Entonces no podemos olvidar aquellos tiempos en que exigíamos a los jugadores algo tan sencillo como correr, como dejarse el alma, aunque les faltara el fútbol, para dignificar el escudo que llevaban en su pecho.
Anduvo el Espanyol varias temporadas en puestos medianos e incluso descendió par de veces a Segunda y pocas veces pudimos dejar de pensar en la añoranza por equipos que gastaran hasta el último aliento por al menos honrar la camiseta blanquiazul.
Hemos llegado a idolatrar a jugadores que jamás sintieron ni padecieron sus derrotas y que con unos pocos destellos de talento lograron ocultar su indolencia. Y sufrimos a unos cuantos mediocres que ni siquiera tuvieron el empeño suficiente para paliar sus carencias.
Eso me hace pensar hoy, en la situación actual, que la tercera plaza de la clasificación y los 10 puntos de 12 posibles no son el principal motivo del éxtasis como aficionado blanquiazul.
Mi satisfacción, no lo puedo ocultar, radica en la convicción de que jornada tras jornada los jugadores, aupados por Manolo González, saldrán a dejarse el alma, a competir como jabatos, a intentar un fútbol de calidad, pero si esto fuese esquivo, al menos ponerle las cosas difíciles al rival.
El artífice de todo esto es el propio Manolo. Desde su llegada al banquillo del primer equipo, el Espanyol ha sido un equipo competitivo, con todo lo que ello significa. Con los dedos de las manos se pueden contar los partidos en los cuales ha sido aplastado (Girona, Bilbao…) y aunque ha tenido fases de crisis e incluso sufrió hasta el último momento para salvar la categoría la pasada campaña, nunca dio símbolos de flaqueza en el espíritu de lucha y de sacrificio colectivos.
Ojalá todas las aficiones pudieran enorgullecerce de un elenco que pelea así por su escudo. Ojalá, también, ese grupo de jugadores que Roberto Fernández ratificó tras el partido con el Mallorca como familia, nunca pierda su esencia del esfuerzo como piedra angular. Porque en una familia pueden fallar muchas cosas, pero si todos reman fuerte en la misma dirección, todas las metas son alcanzables.
Eduardo Grenier
