El Espanyol pasó, sí, pero volar no voló. En el Camp d’Esports ante el modesto Atlètic Lleida se cumplió lo que se esperaba a nivel de resultado, pero no tanto de sensaciones. Ante un rival de Segunda RFEF, sobre un césped en condiciones más propias de otro siglo que del fútbol profesional, el equipo de Manolo González tiró de físico y pegada, más que de fútbol, para avanzar a la segunda ronda de la Copa del Rey. Fue un estreno gris, sin apenas reivindicaciones individuales, y con más preguntas que respuestas.
Once nuevo, pocas oportunidades aprovechadas
Diez cambios respecto al último partido de Liga. Solo Pickel repitió titularidad en un once repleto de jugadores poco habituales. Fortuño debutó bajo palos con un error que marcó su partido, Javi Hernández regresó con muy buenas sensaciones tras su lesión y Ferran Gómez tuvo su esperado estreno, pero el resto, salvo honrosas excepciones, no aprovechó demasiado el escaparate. Manolo defendió en público a sus futbolistas, pero cuesta imaginar que no se llevaran un aviso serio de puertas adentro.

El césped, un lastre… pero no una excusa
“Era una vergüenza”, dijo Manolo sobre el estado del terreno de juego. Y tenía razón. El césped se convirtió en el peor enemigo del fútbol en una noche en la que se exigía ritmo, control y precisión. Pero también es cierto que el técnico ya había avisado en la previa de que eso no debía servir de excusa. Y aunque se corrió -como él mismo destacó-, no se vio esa versión ambiciosa que se le pedía a los menos habituales.

Kike, uno que sí dio la cara
En un partido espeso, destacaron los que supieron adaptarse al barro. Kike García volvió a hacer de obrero del gol con un doblete oportuno, Calero estuvo a un nivel muy alto de fiabilidad, Pickel impuso su físico aunque con balón, poco, y Omar firmó un buen centro en el segundo tanto, además de rendir atrás. El resto, a medio gas o por debajo. Terrats sigue sin sacudirse esa mochila que arrastra desde que llegó, Koleosho estuvo tan activo como errático, y Roberto -penalizado por la dureza de la defensa rival-, Dolan o Antoniu, que pese a ese malestar que tiene por las pocas oportunidades que hace que esté valorando salir en enero no se reivindicó, pasaron sin pena ni gloria.

Una prueba que no suspende, pero deja deberes
No es cuestión de dramatizar, pero tampoco de mirar a otro lado. El Espanyol cumplió y sigue vivo en Copa, pero si quiere avanzar más rondas sin sobresaltos, necesita algo más que cumplir el expediente. Y los jugadores con menos minutos, que deben demostrar que pueden competir por un puesto, no dieron el golpe sobre la mesa. Fue una noche para pasar, no para recordar. Y eso, en Copa, puede pasar factura más adelante ante rivales con más calidad que el conjunto de la Terra Ferma.
