Dos años. Ese es el tiempo que lleva Fran Garagarza al timón de la dirección deportiva del Espanyol. Y si algo no se le puede negar, es que en estos 24 meses ha navegado en plena tormenta sin dejar que el barco se hunda. Ahora, con el mar algo más calmado y los primeros rayos de sol asomando por fin en las cuentas del club, toca ver si el patrón también sabe remar en aguas tranquilas. Porque una cosa es sobrevivir. Y otra muy distinta, construir.

Garagarza aterrizó el 26 de junio de 2023 con el Espanyol recién descendido, sin músculo económico y con una afición desilusionada. Desde entonces, el club ha funcionado con un presupuesto de guerra. Tres ventanas de fichajes sin invertir un solo euro en fichajes, y una apuesta descarada por cesiones, jugadores libres y mucho análisis de datos. Así se han ido sumando piezas al puzle sin descolocar el poco margen salarial disponible. Literalmente, había que sacar petróleo de la nada.
Ha sabido vender. Y no malvender
Uno de los grandes méritos del director deportivo ha sido saber vender sin regalar. En un contexto donde muchos clubes firman rebajas para cuadrar las cuentas, Garagarza ha conseguido mantener el pulso firme. El primer verano ya sacó cerca de 40 millones, con las salidas de César Montes (11,5 M), Sergi Darder (8 M), entre otros. Pero el bombazo llegó este año con Joan García, por quien el Barça pagó la cláusula íntegra: 25 millones al contado, una cantidad que había negociado oportunamente el vasco. Sin aplazamientos, sin comisiones extra. Un negocio redondo para las arcas del club, aunque doloroso para el corazón blanquiazul.

Del ahorro extremo al momento de gastar
El Espanyol ha vivido en modo supervivencia. Pero esa etapa toca a su fin. La próxima ampliación de capital, el dinero ingresado por Joan y la reestructuración interna han dado un pequeño respiro. Por primera vez en mucho tiempo, hay dinero. Y lo más importante: hay margen para gastarlo. Pero cuidado, porque ahora la exigencia cambia. Ya no basta con fichar jugadores cumplidores a coste cero. Ahora toca acertar con nombres que supongan un salto de calidad. Y eso es mucho más difícil.

Hasta la fecha, las únicas inversiones de Garagarza han sido Pere Milla (2,5 millones) y Salvi (700.000). El primero, pese a su entrega, no ha terminado de ser el jugador decisivo que se esperaba. Y el segundo ni siquiera sigue. Sin atrevernos a calificar estos fichajes de ruinosos, tampoco han sido diferenciales. Una señal de alerta sobre lo complicado que es invertir bien cuando el margen de error es tan pequeño. Si como todo indica se confirma el fichaje de Roberto, por el cual se pagarían seis millones por el 50% de su pase, sería una apuesta sobre seguro, ya que el andaluz ya demostró sus condiciones en la segunda mitad del pasado curso.
El modelo: cantera, datos y estructura
Mientras tanto, Garagarza ha puesto la base. Ha renovado a medio club entre primer equipo, pero sobre todo filial y juvenil. Casi 70 operaciones de continuidad. Y ha dado valor real a la cantera. La idea es clara: que al menos la mitad de la plantilla esté formada en casa. A eso le suma una estructura moderna, con un departamento de Big Data que analiza al milímetro cada paso, cada jugador, cada acción.

Eso sí, por más sostenible que sea el modelo, la realidad del fútbol es otra. Y más en un club como el Espanyol. Aquí la gente quiere ver ambición, competencia, fútbol que ilusione. No basta con salvarse. No basta con que los números cuadren. Pese a las circunstancias, hay que mirar hacia arriba.
El reto: gastar bien y no malgastar
Ahora llega la verdadera prueba para Fran Garagarza. Ya no se trata de sortear obstáculos, sino de construir un equipo que aspire a más. Y eso pasa por saber gastar. Porque fichar con dinero en el bolsillo no es garantía de éxito. Al contrario: es cuando más fallos se cometen. Y eso, en un club que aún camina con cuidado sobre sus cuentas, puede salir muy caro.
Garagarza ha demostrado que sabe moverse en la dificultad, que tiene buen pulso para negociar y que no se deja presionar. Pero ahora toca cambiar de piel. Saber arriesgar. Saber ilusionar. Saber construir cuando las condiciones son, por fin, un poco más favorables.

Porque ahora ha llegado el momento de invertir. Pero con cabeza. Y con hambre. La afición está cansada de remar solo para no naufragar. Quiere soñar con algo más. Y ese salto de calidad ya no se puede hacer con cesiones temporales ni gangas de última hora.
Ahora le toca demostrar que, además de sobrevivir, también sabe hacer crecer. El Espanyol no puede permitirse fichar por fichar. Tiene que hacerlo bien. Y ahí, en ese terreno resbaladizo de la inversión, es donde de verdad se verá si Garagarza es el director deportivo que no solo nos salvó, sino el que puede llevarnos a competir de verdad.
