Llorar de felicidad. Sonreír en el césped. Quitarse una mochila de 525 kilos de encima, que eran, concretamente, los días que el Espanyol femenino llevaba sin ganar. Increíble pero cierto. Porque hay que remontarse al cinco de mayo de 2019 para encontrar la última vez que en el cuadro perico se pudo celebrar algo. Desde entonces, como si una maldición hubiera caído sobre ellas. Una caída en desgracia que solo otra desgracia como esta pandemia, logró frenar. Paradójico cuanto menos. Porque solo el COVID evitó un desastre mayúsculo con un descenso que hubiera sido histórico. Se tocó fondo, aunque no con las consecuencias de sus homólogos masculinos.
La vida le dio a esta sección una segunda oportunidad y, por lo que parece, se han agarrado a ella con todas sus fuerzas y no están por la labor de soltarla. Han entendido que hechos como el mencionado -la salvación milagrosa- solo pasan una vez en la vida y que no hay que tentar más a la suerte. No hay más vidas. Y eso, como digo, parece haber quedado claro. Como también lo ha quedado que solo luchando como si no hubiera un mañana y haciendo las cosas bien desde el primer día -cuando se empieza a planificar la plantilla-, el resultado puede ser positivo. Porque si algo tiene este equipo es que cree y quiere. Luego ya sabemos que el balón es caprichoso, demasiado muchas veces, pero a priori, esta plantilla tiene los ingredientes suficientes como para sacar más que un aprobado a final de curso.
Dicen que no hay mal que cien años dure, y así ha sido, pero todo este tiempo ha sido una eternidad. Y si no que se lo cuenten a todas esas jugadoras que cerraron la temporada pasada con la frustración de no haber amarrado ni un solo más tres. Cuantas jugadoras han desfilado este verano y cuanto se han acordado de ellas sus ex compañeras al lograr esa victoria en Matapiñonera…. Escenario que desde este pasado fin de semana será especial para una expedición perica que llegó extenuada a Barcelona, pero feliz. Un plantel que al fin ha a empezado la semana con buenas sensaciones, con la satisfacción del trabajo bien hecho, con una buena recompensa.
En Matapiñonera acabó una época -muy mala- y debe empezar una nueva y próspera. En ese feudo madrileño murieron muchos fantasmas, miedos… Todo ello se cambió por abrazos sanadores, miradas de complicidad, suspiros de desahogo, gestos de rabia. Se limpiaron mentes, se volvió a empezar. Y tras ello, ahora hay que aprender a vivir con esta nueva realidad, a crecer desde la victoria, que eso siempre es más fácil. Porque hay que seguir trabajando, puesto esto solo acaba de comenzar.
“Es una victoria de todas”, las que están y las que ya no, nos vinieron a decir en redes Paola, Elba, Lombi… Y razón no les faltaba tras año y medio de sequía, que se dice pronto. Pero vivirlo… Eso es otra cosa. Solo Elba, Brenda, Letti y Julve estuvieron en ese último triunfo para cerrar la temporada 2018-19 ante el Sporting de Huelva, ellas junto a Baudet, la bigoleadora de ese día y ante el Madrid ausente por lesión, y Dulce, aunque hace 525 días no estuvo en el verde. En esta ocasión sí. Solo ellas saben lo que han pasado, la frustración vivida, la impotencia, la vergüenza incluso… La pena fue que este hito no pudo ser visto para una pericada que, a su vez, también respiró aliviada. Ya tocaba.
Aquí una servidora se emocionó viendo cuatro fotos del momentazo tras el silbido final en Twitter. Porque sí, por mucho que haya ‘rajado’ -motivos no faltaban-, ni se imaginan las ganas que tenía de poder contarles algo positivo. Así que gracias por permitírmelo chicas. Y felicidades.
Ahora, a seguir por el buen camino, y mientras, disfrutemos de esta nueva normalidad de no vernos en el pozo y poder levantar cabeza. Que esto solo sea el inicio del ànsia do resurgir.