Estibi ha dicho basta. Justo cuando el fútbol femenino empieza a recoger un poco lo que tantos años lleva sembrando y el Espanyol apuesta por profesionalizar más esta sección, esta granadina que aterrizó a la disciplina blanquiazul en verano de 2014 ha decidido colgar las botas asegurando que “pasar a entrenar por las mañanas es incompatible con mi trabajo de programadora informática, que ahora se ha convertido en mi prioridad”.
¿Cuesta tomar una decisión así?
En este caso no, ya que siento que el fútbol es el que me ha dejado a mí, no yo a él. Esto no viene de ahora. Así que es una decisión muy meditada y necesaria para mí en este momento, ya que lo he pasado realmente mal.
¿Qué ha pasado?
Que llevo un año y medio sin contar para el equipo, viendo los partidos desde la grada y sintiendo que los domingos ya no son fútbol. Ya no me levantaba con ese gusanillo antes de un partido. Mi rol ha cambiado radicalmente y eso me ha afectado en todos los niveles de mi vida, cuesta mucho asumirlo. Por eso he decidido, además de por no poder compatibilizar el fútbol con mi trabajo por el hecho de empezar a entrenar por las mañanas, dejarlo. Sin duda, todo este tiempo ha sido lo más duro que me ha tocado vivir en mi trayectoria futbolística, peor que las lesiones. Ver que no cuentan contigo es lo peor que te puede pasar y eso ha hecho que mi pasión se apagara.
¿Es un adiós definitivo?
Al fútbol de elite sí. A otros niveles ya se verá. Pero ahora necesito hacer un reset. No he terminado de la mejor forma y creo que necesito echarlo de menos y luego decidir si quiero volver a disfrutar de él de una forma más amateur.
Parece un tanto paradójico que justo cuando esto despega tu te bajes, ¿no?
Lo es, pero las cosas a veces suceden así. Pese a ello me voy muy orgullosa de haber librado esta batalla en busca de una evolución y un crecimiento que ahora se empieza a ver. Quiero quedarme con todo lo bueno que he disfrutado, que no ha sido poco. He sido una privilegiada por poder jugar en la máxima categoría, aunque nadie me ha regalado nada. Siempre he entrenado duro y he tratado de dar el máximo en el campo. No concibo el fútbol sin sacrificio y entrega.
Tras cinco temporadas, ¿qué balance haces de tu paso por el Espanyol?
En general positivo. Es verdad que me ha tocado vivir los años más duros de esta sección, pero desde que llegué se me ha tratado de diez y me he sentido muy a gusto. He vivido grandes momentos en los que me he sentido importante y futbolista, aunque es verdad que lo hemos pasado mal cuando se ha temido por la categoría. Pese a ello me quedo con que siempre hemos sido un grupo unido, que he podido coincidir con grandes personas y que la afición siempre ha estado con nosotras, especialmente en los malos momentos, y eso dice mucho de ellos. Nunca nos hemos sentido solas y eso es lo que creo que nos ha empujado a sacarlo hacia adelante y mantener al Espanyol donde se merece, en la máxima categoría.
¿Y con qué momento te quedas de todos estos años?
Aunque parezca mentira, con la salvación lograda en 2017 con la llegada de Rubén al banquillo y esos espectaculares seis partidos. Sentir que no le fallábamos a este escudo fue una liberación y una gran satisfacción.
¿Qué le falta al Espanyol para acabar de dar el salto?
Creérselo y dejar a un lado la mentalidad derrotista. Es verdad que se ha pasado mal y eso hace que cuando pierdes dos partidos aparezcan todos los fantasmas. Solo desde la confianza e invirtiendo en fichajes que puedan subir el nivel, el Espanyol podrá aspirar a volver a estar arriba. Ahora hay una base muy buena y un proyecto sobre la mesa que espero poder disfrutar, ahora sí, desde la grada. Este club se merece mucho más que luchar por no bajar. Es injusto.