El Girona FC, rival este miércoles del Espanyol en la final de la Copa Catalunya, ha iniciado su pretemporada en silencio, sin fichajes confirmados y con una planificación que empieza a generar preocupación entre su afición. Míchel Sánchez trabaja desde hace días con el bloque del curso pasado, reforzado únicamente por el regreso de Joel Roca tras su cesión al Mirandés y la presencia de varios jugadores del filial. Mientras tanto, los refuerzos no llegan. Y lo más inquietante es que, por el momento, ni se les espera.
“Serán entre cuatro y seis; no más”, admitía el propio Míchel en una entrevista concedida recientemente a los medios oficiales del club, en la que justificaba esta contención asegurando que “el resto del equipo ya lo tenemos”. El técnico insiste en que confía en los jugadores que ya conoce, tanto en aquellos con más recorrido en el club como en los que llegaron el pasado verano: “La temporada pasada hicimos muchos fichajes y estoy convencido de que mejorarán y darán un paso adelante”.
Sin embargo, la realidad invita al escepticismo. El Girona cerró la pasada campaña con una segunda vuelta preocupante -sumando solo 13 puntos de 57 posibles- y dejando una sensación de fragilidad estructural. Y pese a ello, la dirección deportiva, condicionada totalmente a las directrices de City Group, no ha cerrado ninguna incorporación a dos meses del cierre de la Liga. En otras palabras: parálisis total.
La otra cara del modelo multi-club
Lo que está ocurriendo en Montilivi es una demostración evidente de que el modelo multi-club, tan en boga en el fútbol internacional, no es garantía de éxito. El Girona, propiedad del City Football Group desde 2017, debería beneficiarse de sinergias, cesiones de nivel, transferencias cruzadas o respaldo financiero. En teoría.
Pero los hechos muestran que, si no estás en la cúspide de la pirámide, el flujo de recursos y talento puede ser mínimo. Mientras el Manchester City acapara atención y medios, y clubes como Troyes o Palermo también intentan posicionarse, el Girona queda atrapado en un limbo: demasiado abajo para marcar prioridades, demasiado expuesto como para pasar desapercibido.
Este fenómeno debería invitar a una reflexión también en clave blanquiazul. El RCD Espanyol, tras la llegada del grupo Velocity liderado por Alan Pace, se incorporará en breve a una red multi-club internacional. Pero la experiencia de Girona advierte de que integrarse en este tipo de estructuras no siempre trae beneficios inmediatos. Si no se ocupa una posición central, si no se goza de un peso específico dentro del grupo inversor, se corre el riesgo de quedar relegado a un segundo plano. Y en el fútbol profesional, eso se traduce en desventaja deportiva.
Sin refuerzos y sin hoja de ruta
Más allá de la falta de incorporaciones, lo que más alarma en Girona es la ausencia de explicaciones. Dos de los futbolistas más diferenciales del curso pasado -Bryan Gil y Arthur Melo- ya no están. Y otros como Yangel Herrera, pieza clave en la medular, tienen pie y medio fuera. Aun así, el club no transmite señales de urgencia. Tampoco se percibe voluntad de reconstrucción ni de invertir para dar un salto cualitativo.
El equipo mantiene los mismos problemas estructurales que le condenaron a una recta final de Liga alarmante: fragilidad defensiva, falta de profundidad en los costados, escasez de centrocampistas puros y una delantera que no ofreció garantías. A día de hoy, no hay solución sobre la mesa para ninguno de estos frentes.
¿Dónde está el proyecto?
El desconcierto alcanza también al ámbito institucional. Montilivi sigue esperando mejoras estructurales prometidas, y no existe un relato claro sobre qué quiere ser el Girona en el futuro. El City Group no ha articulado públicamente ninguna hoja de ruta a medio o largo plazo, ni en lo deportivo ni en lo social. El vínculo entre el club y su masa social se ha debilitado, y cada vez son más quienes perciben una gestión distante, más centrada en la optimización empresarial que en el crecimiento deportivo.
Una advertencia para el Espanyol
Con el desembarco de Velocity en el RCD Espanyol, el club blanquiazul se prepara para iniciar una nueva etapa bajo un esquema corporativo similar al del City Group. La promesa de formar parte de una red internacional puede resultar atractiva, pero la experiencia de Girona demuestra que, si no se establecen líneas estratégicas claras y se garantiza autonomía operativa, los riesgos superan con creces los beneficios.
La pertenencia a un multi-club no es, por sí sola, un factor diferencial. Todo depende del grado de compromiso, del modelo de gobernanza y de la voluntad real de invertir para competir. Y este año eso, por el momento, en Girona brilla por su ausencia.
