Con el derbi ante el Barça en el horizonte, el ex presidente del Espanyol, Joan Collet, posiblemente no dejará a nadie indiferente con sus declaraciones para Relevo. Ahora, como Delegado Comercial de Sports&landscape, Collet ha cambiado de trinchera, pero la pasión con la que revive su historia en los derbis muestra que sigue siendo, ante todo, un perico de corazón. Recordando sus primeros enfrentamientos con el eterno rival, rememora cómo vivió el primero en la temporada 1972-73, cuando el marcador acabó con un empate a uno. “Eran años donde el Espanyol le plantaba cara al Barcelona, eran partidos de tú a tú y si perdíamos nos enfadábamos. No pensábamos que perderíamos, ahora lo encontramos normal. Antes era una puñalada porque todo estaba igualado”, se lamenta, añorando un tiempo en que el derbi aún podía ofrecer esa competencia tan igualada.
Cuestionado por qué opina del Espanyol actual, se muerde la lengua: “Lo he hablado ya con compañeros y otros medios, como expresidente lo mejor es no opinar. No toca. Obviamente estoy enfadado, desilusionado, desencantado, decepcionado… Creo que estamos pasando uno de los peores momentos de la historia, pero no quiero hablar de las personas ni valorar nada. Son momentos muy difíciles que por historia el Espanyol no merece. ¿Que cómo se soluciona? No quiero opinar”.
Su percepción sobre los derbis actuales es otro reflejo de la crisis de identidad que, según él, azota al Espanyol. “No hay nadie que piense que ganaremos de verdad este domingo. Sería una sorpresa muy grande. No te miento, no tengo esperanzas de puntuar. Ganar es una utopía, como hacerlo ante el Real Madrid”, afirma sin rodeos. La pasión que infundieron estos partidos en los 70 y 80 contrasta con el escepticismo con el que ahora la hinchada perica observa cada duelo contra los blaugrana.
Joan Collet comparte sus recuerdos sobre el ambiente que se vivía en los derbis de antaño. “En Sarrià había ambiente bueno porque no había ultras. Estábamos juntos los de la Manigua con los del Barça… Y hacíamos guerras de huevos”, comenta. Este aire nostálgico recuerda un Espanyol donde la rivalidad se vivía con más autenticidad, sin los problemas de violencia que llegaron posteriormente con los grupos radicales.
En la memoria de Collet también quedan grabadas las tensiones entre los dirigentes de ambos clubes, con las famosas luchas verbales entre el entonces presidente perico, Dani Sánchez Llibre y Joan Laporta; aunque admite que en realidad “es muy difícil enfadarse con Dani Sánchez Llibre”, la relación con Laporta fue otra historia. La trifulca por el fichaje frustrado de Saviola, que terminó en el Sevilla cuando parecía atado por el Espanyol, es un claro ejemplo de cómo se vive la rivalidad en el fútbol. Sin embargo, Collet confiesa: “Son cosas de la rivalidad. Como a mí me gusta, no me molesta. Nosotros haríamos lo mismo. De pequeño la mayoría de buenos jugadores se iban al Barça. Cuando Solsona se fue al Valencia y no al Barça, me alegré. Eso de Saviola significó que nos tienen en cuenta. Ojalá fuéramos Betis y Sevilla, y podamos pensar que podemos ganar. Pero no es así”.
Finalmente, el ex presidente se muestra crítico también con la situación económica del Barça y el papel de LaLiga. Desde su perspectiva, la permisividad hacia el club blaugrana responde a intereses comerciales, destacando que “LaLiga se lo deja hacer para que se haga el Clásico”: “A mí todo, por un lado, me suena raro, pero luego le veo lógica, quizás no es legal. No se entiende desde fuera que puedas fichar jugadores y pagar fichas altas con todas esas deudas a cuenta de una palanca que no es buena. Pero eso se lo deja hacer LaLiga porque quiere que haya dos equipos competitivos. No les interesa que el Real Madrid gane fácil, quieren que haya el Clásico, que les da dinero al fútbol español porque todos los países quieren los derechos de televisión. Por eso no interesa que al Barça no le dejen fichar.”.
Con sus palabras, Joan Collet no solo resucita los viejos enfrentamientos, sino que además aviva la llama de una rivalidad que el Espanyol no debería dejar morir, pese a las dificultades y al desánimo que reina entre la afición.
