La inminente marcha de Joan García al FC Barcelona ha abierto una grieta profunda en el corazón del espanyolismo. Una herida que muchos aún no saben bien cómo gestionar. Que el portero que ha sostenido al equipo esta temporada bajo palos haya decidido aceptar la oferta del eterno rival duele, eso es evidente. Pero nada justifica los insultos, amenazas o descalificaciones personales que algunos han dirigido hacia él en las últimas horas.
Pues ya se empiezan a ver en Sallent las primeras pintadas contra la rata traidora de Joan Garcia.
Que putada que no te quieran ni en tu propio pueblo, donde te has criado.
Esto solo acaba de empezar, a las ratas mercenarias no se les quiere.#RCDE pic.twitter.com/UqSx6vckP2
— gxldekeita (@rcdeloyal) June 4, 2025
Lo que ha sucedido —y sigue sucediendo— en redes sociales es tan reprobable como lamentable. Han aparecido mensajes en los que se le llama “rata” o directamente se le desea lo peor. En Sallent, su pueblo natal, también han aparecido pintadas en muros y señales de tráfico. La brigada municipal ha actuado con rapidez para borrarlas. Y el silencio institucional del ayuntamiento y de su antiguo club, el CE Sallent, es un gesto de protección hacia uno de sus vecinos.
En paralelo, el entorno mediático culé se ha volcado en amplificar esos mensajes anónimos con una intensidad inusitada. Lo que debería haberse condenado sin matices —y se ha hecho— se ha utilizado también para señalar a todo el espanyolismo, como si una minoría con perfiles anónimos representara el sentir global de una afición que, en su inmensa mayoría, ha reaccionado con tristeza y decepción, pero también con educación y dignidad.
La paradoja es evidente. Los mismos medios que hoy se escandalizan por los ataques hacia Joan —con razón— son los que durante años justificaron, o directamente silenciaron, las barbaridades que aún hoy sigue recibiendo Luis Figo. Son los mismos que bendicen el “puta Espanyol” en cánticos, pancartas y micrófonos públicos, y que han tardado décadas en descubrir que hay límites que no se deben traspasar.
Y lo que ya roza lo inaceptable es el hecho de que algunos medios y usuarios estén rebuscando en las redes sociales de su pareja a la caza de imágenes, frases o excusas para seguir alimentando el morbo. Desde el entorno mediático perico, ni una sola vez se ha entrado en ese terreno. La privacidad de Joan y de su familia se ha respetado siempre. Sin excepciones.
Es una buena noticia, eso sí, que los que antes callaban o blanqueaban ahora empiecen a alzar la voz contra este tipo de actitudes. Que se entienda, por fin, que hay cosas que no valen ni en el fútbol ni en ninguna otra parte. Ojalá no se queden solo en este caso. Ojalá esta toma de conciencia no sea puntual. Ojalá el respeto no dependa del escudo que lleves en el pecho.
En cuanto a Joan, lo que está claro es que ha tomado una decisión legítima en lo profesional. Y como tal, debe ser tratada. Puede gustar más o menos. Puede debatirse. Pero atacar su entorno personal o señalar a su familia está fuera de todo lo que debería permitir el fútbol y la convivencia. Y eso, por fortuna, lo sabe también la gran mayoría del espanyolismo, que constantemente es víctima de esos ataques sin que nadie salga en su defensa.
