La situación de Joan García permanece en un limbo que solo el dinero puede resolver. El portero del RCD Espanyol, actualmente de vacaciones, aún no ha comunicado oficialmente su intención de abandonar el club, pero en los despachos ya se da por hecho su próximo destino: el FC Barcelona. El acuerdo entre el club azulgrana y el entorno del jugador es total, y la operación solo está pendiente del pago de los 25 millones de euros que figuran en su cláusula de rescisión.
El Espanyol, firme desde el primer momento, no ha abierto la puerta a ningún tipo de negociación ni contempla fórmulas intermedias. Si Joan García quiere marcharse al club azulgrana —y nada indica que no haya de ser así—, deberá ser a través del único mecanismo legal que el club contempla: el abono íntegro de su cláusula en la sede de LaLiga. Mientras eso no ocurra, el futbolista sigue siendo jugador del Espanyol a todos los efectos, aunque deportivamente ya no entre en los planes de la dirección deportiva.
Por ahora, no se ha producido ningún comunicado oficial por parte del club ni del propio jugador. En el seno del Espanyol se valora la posibilidad de pronunciarse institucionalmente este fin de semana, pero hasta entonces se opta por el silencio. No es una operación cualquiera. No lo es por el fondo —la marcha del portero titular y uno de los activos más valiosos del club al gran rival deportivo y social—, pero tampoco por la forma. Joan García ha priorizado al eterno rival, el FC Barcelona, sobre otras opciones deportivas y económicas de primer nivel, y eso ha generado un profundo malestar entre los aficionados.
En este contexto, no han faltado voces externas que, sin conocimiento ni sensibilidad hacia el sentimiento perico, se han permitido el lujo de pontificar sobre lo que debe sentir o pensar la afición del Espanyol. Un ejemplo es el del periodista Iván San Antonio, que en un artículo publicado en Sport llegó a sugerir que Joan García ha escogido el camino correcto al firmar por el Barça y que los pericos deberían agradecer una operación que “deja 25 millones en caja”. Una lectura que ignora deliberadamente lo que supone para cualquier aficionado ver cómo un canterano, que creció en la estructura del club, da la espalda al Espanyol para fichar por el eterno rival.
Desde el entorno del Barça también se perciben señales contradictorias. Pedri, en declaraciones a BeIN SPORTS, alabó las cualidades de Joan, pero lo hizo con evidente prudencia: “Todavía no es nuestro, así que no puedo decirte mucho. Si tiene la oportunidad de venir al Barça, le diría que es el mejor equipo del mundo para mí. Si tiene esa suerte, que venga”. Una bienvenida con la boca pequeña, consciente de que la llegada de Joan no es una operación menor y que puede convertirse en una auténtica patata caliente en el vestuario azulgrana.
La razón es sencilla: la presencia de Joan condiciona, y mucho, el futuro de Marc-André ter Stegen. El guardameta alemán, con contrato hasta 2028, sigue siendo una figura de peso en el vestuario y cuenta con el respaldo de buena parte del grupo. Su situación, ahora mismo, es de incertidumbre. Aunque públicamente se ha limitado a decir que está centrado en la selección y que “nadie me ha dicho nada”, su entorno no oculta el malestar por la forma en que el club está manejando esta transición. Internamente, en el Barça se reconoce que lo ideal sería que el alemán aceptara una salida para liberar masa salarial y evitar conflictos en la portería, pero esa decisión está lejos de ser sencilla.
Mientras el Barça gana tiempo para ajustar su ‘fair play’, en el Espanyol reina una mezcla de decepción y determinación. Se trata de una situación incómoda y dolorosa, sin duda, pero que el club quiere resolver cuanto antes. Una vez llegue el pago, se pondrá punto final a un episodio que deja huella en lo emocional, pero que también debe servir como punto de partida para reforzar un nuevo proyecto.
