El fichaje de Joan García por el FC Barcelona se puede dar por cerrado. Solo falta el último movimiento técnico: el depósito de los 25 millones de su cláusula de rescisión, más el IPC, en la sede de LaLiga. A partir de ese momento, el que ha sido uno de los grandes referentes del RCD Espanyol en la última temporada pasará a vestir la camiseta del eterno rival. La operación ha sido celebrada con entusiasmo en el entorno mediático azulgrana, mientras que en el RCDE Stadium deja un poso de tristeza, desencanto y una profunda sensación de traición.
Desde el Espanyol, ya se había advertido que no se negociaría un traspaso con el Barça. O cláusula o nada. El club era consciente de lo que suponía emocionalmente esta operación. Y en paralelo, sabía que no tendría voz ni voto si el jugador, presionado y convencido por su entorno, decidía marcharse por la vía legal. Así ha sido.
La prensa culé, en plena celebración
Sport se muestra tajante: “Joan García está fichado y llega para ser titular”. Se insiste en que el portero catalán prefirió al Barça por delante de ofertas más lucrativas, y que fue él mismo quien pidió que se agilizara el procedimiento “para rebajar la tensión” y evitar más exposición. Una postura que en el entorno perico no pasa desapercibida: quien hasta hace unos días se definía “perico de corazón”, ahora firma discretamente su incorporación al máximo rival, intentando que pase lo más rápido y silenciosamente posible.
Por su parte, Mundo Deportivo destaca que la operación estaba “totalmente cerrada tras una reunión entre Joan, sus representantes y su familia”, y defiende la versión que el Barça había sido “el único club dispuesto a pagar su cláusula al contado”. También subrayó que el jugador ya cuenta con abogado y representante en Barcelona para ultimar los detalles legales, y que el club azulgrana lleva días preparando la operación con plena seguridad jurídica para evitar problemas de ‘fair play’ financiero.
Pero ha sido Albert Ortega, periodista de El Confidencial, quien ha ofrecido una lectura más profunda del proceso, muy reveladora: “La mano que mece el repentino cambio de opinión de Joan García y su fichaje por el Barça”, titulaba. Ortega señala muy oportunamente que Joan ha pasado de “besarse el escudo y declararse perico de corazón” a dejarse guiar por la estrategia de sus agentes, especialmente Juanma López y Andy Bara, quienes han sido claves en el giro definitivo hacia el Barça.
Una ruptura emocional
El entorno del Espanyol no esperaba esto. Ni siquiera lo contemplaba como opción real. Desde el propio vestuario se repetía que Joan, con ofertas importantes de Premier League, apostaría por otro destino. El propio Manolo González, técnico del primer equipo, llegó a afirmar en Radio Galega: “Dudo bastante que fiche por el Barcelona. No te digo que me cortaría una mano, pero casi”.
Esa confianza se sustentaba en algo más que conjeturas. Joan había construido con la afición un vínculo que parecía sincero. Manteado en el estadio tras asegurar la permanencia, declarado perico en entrevistas, agradecido a su familia por llevarlo desde pequeño al estadio… Todo eso forma parte del relato que hoy queda en entredicho. Un relato que, con cada nueva portada entusiasta de Sport o Mundo Deportivo, se descompone para quienes durante años creyeron que Joan era distinto.
El contraste
Mientras en el entorno mediático azulgrana se aplaude sin matices la operación, en clave deportiva y simbólica, en el universo perico se impone la decepción y el desconcierto. Lo que debería haber sido una salida pactada, agradecida y razonada —como otras en el pasado— se convierte ahora en una fuga traumática hacia el club que representa lo opuesto al sentimiento espanyolista.
Y es que Joan no se va al extranjero, ni a un equipo sin rivalidad histórica. Se va al Barça. Y lo hace tras haber insistido en público en su amor por el Espanyol: “Para un jugador del Espanyol como yo, que soy perico, no hay nada mejor que ver cómo todo el estadio entero corea tu nombre”, dijo esta misma temporada.
Hoy, esas palabras suenan totalmente vacías.
Una operación cerrada, una herida abierta
Es legítimo que Joan García piense en su carrera, en jugar Champions, en optar a la Selección. Lo que no se puede pedir es que la afición no sienta dolor y desengaño por cómo se ha producido todo. Porque no es solo el fondo, es la forma. Y, sobre todo, el destino.
El Espanyol cobrará la cláusula. pero no hay cifra que compense el sentimiento de pérdida que deja esta marcha. Mientras los medios culés celebran un fichaje de alto valor deportivo y simbólico, el espanyolismo trata de asumir que uno de los suyos ha decidido cruzar la acera.