El FC Barcelona mantiene desde hace días un discurso público basado en la prudencia y el supuesto respeto institucional hacia el RCD Espanyol en relación al caso Joan García. Sin embargo, la actitud real del club dista mucho de ese guion oficial. Mientras desde la directiva blaugrana insisten en que no harán valoraciones “por respeto”, las filtraciones interesadas a medios del entorno culé son constantes, detalladas y estratégicas. Una contradicción evidente que pone en entredicho la coherencia del club catalán.
Joan Soler, directivo responsable del fútbol formativo y miembro de la Comisión Deportiva del Barça, se pronuncia así en una entrevista concedida a Mundo Deportivo cuando es preguntado directamente por el guardameta del Espanyol: “Hasta que este jugador o cualquier otro no sea de nuestro club, se concrete su fichaje, sería una falta de respeto. No es nuestro. No creo que sea ético hacer ahora una valoración.”
Unas palabras que, sobre el papel, suenan impecables. La postura es correcta, protocolaria, diplomática. Pero los hechos desmienten el discurso. En las últimas semanass, los principales medios deportivos afines al Barça han difundido con todo lujo de detalles la operación para incorporar al portero de Sallent: visitas del abogado Ramón Valencia a la Ciutat Esportiva, revisión de contratos, rúbricas ya firmadas por Joan Laporta y Rafa Yuste, plazos previstos para el pago de la cláusula e incluso planes deportivos concretos con Joan como nuevo titular.
Las filtraciones no son accidentales ni casuales. Forman parte de un relato muy bien diseñado que busca preparar al entorno y al conjunto de la opinión pública para una operación que, a efectos legales, aún no se ha completado. Y todo mientras Joan García sigue siendo jugador del RCD Espanyol, ya que su cláusula de rescisión (25 millones más el IPC, aproximadamente 26,4) aún no ha sido depositada en LaLiga.
Resulta difícil de comprender que desde el club se invoque el respeto institucional mientras, en paralelo, se maneja con tanta precisión el relato mediático. Informaciones como que el portero firmará por cinco temporadas, que será inscrito de inmediato o que Ter Stegen no entra en los planes del nuevo proyecto han aparecido en prensa de forma reiterada. Incluso se habla de la fecha de inicio de la pretemporada con Hansi Flick y de la composición del cuerpo de porteros para la próxima campaña.
La contradicción se hace más evidente cuando el mismo Joan Soler se refiere al futuro de Ter Stegen con el siguiente comentario: “Se está especulando que si entra uno tiene que salir otro y no tiene que ser así. Es un capitán, un jugador de nuestro equipo. Máximo respeto.”
Lo cierto es que, en esas mismas páginas, se afirma que el club ya no cuenta con el alemán y que su salida podría concretarse próximamente. Una vez más, el discurso público queda en entredicho por los movimientos reales que se impulsan desde dentro y se proyectan a través de los medios. En suma, el FC Barcelona continúa esgrimiendo el respeto institucional como argumento de contención, al tiempo que activa una maquinaria mediática perfectamente engrasada para facilitar la aceptación pública del fichaje. Una actitud que, lejos de aportar transparencia o coherencia, refuerza la percepción de hipocresía que rodea al club en esta operación. El silencio de Joan García y las filtraciones del entorno blaugrana componen un escenario que, más que de respeto, habla de cálculo y oportunismo.