Malas noticias para el espanyolismo. Todo apunta a que Joan García, uno de los futbolistas más prometedores que ha dado la cantera en los últimos años, habría decidido aceptar la oferta del FC Barcelona. Así lo aseguran tanto Mundo Deportivo como Sport, que coinciden en señalar que el guardameta ya habría dado su visto bueno definitivo al club blaugrana, lo que permitiría activar el proceso final de su fichaje.
Según Mundo Deportivo, la decisión se habría tomado tras una cena celebrada este lunes por la noche en un restaurante de Barcelona, en la que habrían estado presentes varios miembros de su agencia de representación, encabezados por Juanma López, y también familiares del propio Joan. En ese encuentro, el portero habría dado su “ok” definitivo para que se pusiera en marcha la operación con el Barça, que, en caso de cerrarse, significaría un traspaso directo de un futbolista del Espanyol al eterno rival por primera vez en 31 años.
El siguiente paso, si se confirma este desenlace, sería la redacción definitiva de los contratos, que ya estarían muy avanzados. El entorno del jugador habría exigido garantías claras de que no habrá problemas con su inscripción, dadas las conocidas dificultades del Barça con el ‘fair play’ financiero. Y, según la información publicada por Mundo Deportivo, el club azulgrana habría aceptado esas condiciones.
En paralelo, Sport sostiene que “el futbolista dio el OK el sábado por la noche” y que, desde entonces, “los contratos ya están redactados y se están revisando desde el martes”. El paso final sería el abono de la cláusula de rescisión —25 millones de euros más el IPC— que figura en el contrato de Joan con el Espanyol. El Barça, según ambas cabeceras, estaría dispuesto a depositar dicha cantidad directamente en LaLiga, sin negociación alguna con el club blanquiazul.
La sensación en el entorno perico, como era previsible, es de frustración y profunda decepción. No solo por el hecho de perder a un futbolista diferencial en una posición clave, sino por el destino que habría elegido. Aunque Joan García no se ha pronunciado aún oficialmente, lo cierto es que su silencio durante los últimos días dejaba entrever públicamente que no descartaba recalar en el Barça pese a su vinculación emocional con el Espanyol. El propio entrenador, Manolo González, lo resumía con resignación hace pocos días: “Dudo bastante que Joan García fiche por el Barcelona”, aunque también llegó a reconocer que “no digo que me cortaría una mano, pero casi”. Evidentemente, lo decía por lo manifestado personalmente por una fuente muy directa, que ahora deberá explicar por qué ha puesto en bandeja que incluso sea objeto de burla por parte del entorno azulgrana.
El Espanyol, por su parte, ha dejado claro en todo momento que no estaba dispuesto a sentarse a negociar con el Barça: quien quiera a Joan García, debe pagar la cláusula íntegra. Ni un euro menos. Según Mundo Deportivo, mientras otros clubes —como el Manchester City, el Arsenal, el Leverkusen o el Nápoles— habrían tratado de pactar condiciones distintas, el Barça habría sido el único que se habría comprometido desde el inicio a abonar la cifra exigida.
En cuanto al proyecto deportivo que se le ofrece, Sport apunta que Joan llegaría para ser titular desde el primer día, por delante incluso de Ter Stegen y Szczesny, si finalmente el polaco acaba firmando. El Barça le habría garantizado protagonismo inmediato, un contrato por cinco temporadas y un salario competitivo con bonus por objetivos. Todo ello habría pesado más que propuestas económicamente superiores procedentes de otras ligas.
Desde el prisma perico, más allá del daño deportivo, la herida simbólica es aún más profunda. Joan García ha sido una figura identificada con el club desde sus inicios. Si se consuma la operación, pasará a engrosar una lista corta pero dolorosa de futbolistas que, formados o consagrados en el RCDE Stadium, decidieron dar el salto al Camp Nou.
La oficialidad, salvo giro inesperado, podría llegar en breve. Y con ella, una página más de una historia que el espanyolismo conoce demasiado bien: la de ver marchar talento propio sin haber podido —o sabido— construir un proyecto lo suficientemente ambicioso como para retenerlo.





