Lo de Joan García al Barça no ha sido un fichaje. Ha sido una serie. Una tragicomedia de varios capítulos, filtraciones milimétricas y silencios atronadores. Y como suele pasar con los culebrones protagonizados por el club azulgrana, la historia no ha estado exenta de teatrillo, colaboraciones estelares de medios afines y la inestimable complicidad de un jugador que, por contrato, aún pertenecía al Espanyol… aunque ni lo pareciera.

Este viernes, desde el entorno culé se activó la ya conocida maquinaria. A mediodía, las primeras “exclusivas” brotaban al unísono: el Barça había activado el pago de la cláusula de rescisión de Joan. Una filtración medida al milímetro, pensada para explotar en redes justo cuando más podía impactar. Lo sorprendente es que, a pesar de que llevamos semanas leyendo que “todo está hecho”, ahora resulta que faltaba todavía la validación de LaLiga. Sí, ahora toca esperar al lunes… o al martes. Depende, claro, del ritmo al que la patronal dé el visto bueno. Pero da igual: para todos los efectos, Joan García ya es jugador del Barça. Punto.

Un fichaje cocinado a fuego lento, vendido como exprés
Lo más curioso es cómo los medios afines al club blaugrana han descrito la operación como “relámpago”, cuando lleva meses gestándose en los despachos y a base de WhatsApps. Porque aquí ha habido de todo menos sorpresa: desde hace semanas sabíamos que Joan había dicho “sí” al Barça y que la cláusula se pagaría, con algún que otro ajuste financiero por medio. Lo que pasa es que convenía venderlo como una maniobra fulminante y brillante. Puro relato culé.
Un silencio que ha dolido más que mil palabras
Y mientras tanto, en el Espanyol, silencio. Silencio institucional (porque poco más podían hacer) y, sobre todo, silencio del propio Joan, que ha preferido mantenerse al margen y no pronunciar ni una palabra hacia los que lo han arropado desde que era cadete. ¿Habrá carta de despedida? Dicen que sí, que será “controlada” y con mensajes “muy medidos”, pero cuesta creer que eso pueda maquillar lo que muchos ya han etiquetado como una traición.

Pasar al Barça cuando había trasladado a su entorno, incluso a ese Manolo González al que dice deberle tanto -de hecho, es verdad, porque es el único que confió en él para darle la titularidad- no es solo cambiar de equipo: es cruzar una línea que, para el espanyolismo, no se traspasa sin consecuencias emocionales.
De cinco a seis años: el ajuste ‘contable’ del nuevo contrato
El acuerdo, inicialmente por cinco temporadas, se ha estirado hasta 2031. El motivo no es deportivo, sino financiero: al Barça le venía mejor alargar el contrato para repartir el coste. A cambio, eso sí, Joan ha visto mejoradas sus condiciones en los últimos años del vínculo. Otro guiño más de un club que, pese a tener sus cuentas en rojo, sigue teniendo un don especial para atraer talento ajeno con tal de cerrar operaciones a su modo.

Tal como reconocen incluso los propios medios blaugranas, no ha habido negociación alguna con el Espanyol, cuyos dirigentes asistían ayer desde la distancia al penúltimo capítulo del sainete con incredulidad. Todo se ha hecho por la vía unilateral, con la cláusula como único camino… y el jugador plenamente colaborativo. El Espanyol, fiel a su palabra, no ha negociado nada con el Barça, mientras otros sacan pecho de gestión brillante…. curioso.
El ‘adiós’ que no sabemos si será sincero
Joan, nos cuentan, quiere despedirse con buenos modos. Lo intentará, dicen, con un mensaje cuidado antes de irse de vacaciones. Pero por mucho que mida sus palabras, por muchos emojis de agradecimiento que use, lo que realmente queda es la sensación de que ha jugado en silencio a dos bandas.

Así se va Joan García. Por la puerta de atrás. En medio de filtraciones, operaciones de imagen y pactos entre bastidores. El Barça se lleva a un gran portero, sí. Pero lo hace con sus formas de siempre. Y Joan, que podría haber salido como un ídolo, lo hace dejando una sensación muy agria en la gente que tanto le ha querido y admiado.
