Cuando el Espanyol cerró la incorporación de José Gragera en el tramo final del mercado invernal de 2023, lo hizo convencido de estar apostando por uno de los mediocentros más prometedores del fútbol español. Procedente del Sporting de Gijón, criado en Mareo y con una madurez impropia de su edad, su perfil encajaba a la perfección con lo que buscaba la dirección deportiva: criterio con balón, lectura táctica, presencia física y margen de crecimiento. El club pagó 2,8 millones de euros por el 70% de sus derechos y firmó con él hasta 2028. Un contrato largo, pensado para dar estabilidad tanto al jugador como al proyecto.
En aquel momento, incluso la inteligencia artificial respaldaba la operación. Olocip, la empresa de análisis predictivo de Esteban Granero, estimaba que el valor de mercado de Gragera podría multiplicarse por cuatro en apenas seis meses. La proyección hablaba de un salto de los 2,8 a más de 10 millones de euros, situándolo en registros defensivos comparables a los de Zubimendi, Busquets o Tchouaméni. Un informe optimista, sí, pero con argumentos sólidos: edad, experiencia, minutos asegurados en Primera división y un contexto favorable para su crecimiento.
Sin embargo, más de un año después, la realidad dista mucho de aquella previsión. Gragera no jugó ni un solo minuto en el primer amistoso de la pretemporada 2025-26 ante el Peralada, pese a estar completamente recuperado de la lesión que le apartó de los terrenos de juego durante buena parte del curso pasado. El hallux rigidus que sufrió en el pie izquierdo, durante un partido en San Mamés el pasado mes de octubre, truncó una evolución que hasta entonces había sido constante: titular en siete de las diez primeras jornadas y presencia en todas ellas.
El caso, tal y como ha señalado Mundo Deportivo, no es médico. Es técnico. Manolo González no lo alineó por decisión propia, y eso, en pretemporada, es un mensaje claro. Gragera no parte como primera ni segunda opción en el centro del campo. Por delante tiene a Pol Lozano, a Edu Expósito, a Ramón Terrats -uno de los nombres destacados en este arranque de verano- e incluso a jugadores como Bauza, que cuentan con más confianza del entrenador en este momento.
Además, el Espanyol está en el mercado en busca de al menos dos centrocampistas, uno de ellos de corte defensivo, precisamente el perfil que ocupa Gragera. Si ya no cuenta ahora, con la plantilla sin cerrar, resulta difícil imaginar que vaya a tener más oportunidades una vez lleguen los nuevos refuerzos. Aun así, el jugador no contempla salir. Según la información publicada por el citado medio, está cómodo en Barcelona, comprometido con el club y decidido a luchar por revertir la situación.
Su voluntad de continuar en el Espanyol contrasta con la realidad deportiva que atraviesa. Desde su fichaje, la continuidad ha sido el gran obstáculo: fue importante en la temporada del ascenso, sí, disputando 36 partidos y siendo titular en el playoff, pero la lesión y la posterior irrupción de nuevos nombres han alterado por completo el panorama.
Su futuro, hoy, está en el aire. Tiene contrato hasta 2028, goza aún de buen cartel en Segunda división -donde varios equipos, como Zaragoza, Deportivo de La Coruña y Valladolid, nombres que apuntó recientemente Ángel García, estarían dispuestos a acogerle en calidad de cedido-, pero no entra en los planes inmediatos del cuerpo técnico. El Espanyol, además, debe valorar el equilibrio entre la apuesta que hizo en su día por el futbolista y las necesidades actuales del proyecto.
Lo que parecía una operación de crecimiento asegurado, con aval del big data y fundamentos deportivos sólidos, se ha transformado en una situación de incertidumbre. Gragera, por su parte, no ha bajado los brazos. Quiere convencer al entrenador y recuperar el sitio que un día fue suyo. Y si algo ha demostrado desde su llegada, es que trabajo y profesionalidad no le faltan. A veces, el fútbol no responde a las predicciones. Pero también es cierto que las temporadas son largas y que los contextos cambian.




