José María Calzón, una leyenda en el RCD Espanyol, ha sido homenajeado tras cuatro décadas de servicio en el club blanquiazul. Rodeado de nombres icónicos como Mauricio Pochettino, José Antonio Camacho, Raúl Tamudo y Javier Clemente, entre muchos otros, Calzón rememora ahora los días en los que el fútbol era una gran familia en una entrevista que publica La Nueva España: “Está todo demasiado profesionalizado Recuerdo los tiempos en los que la plantilla y los trabajadores éramos casi una familia. Cuando uno se casaba, por ejemplo, nos invitaba a todos. Si había un día de descanso, se organizaba una costillada. Al terminar los entrenamientos, íbamos al bar de la esquina y tomábamos una cerveza charlando un rato. Lo mismo ocurría con las concentraciones. A los partidos fuera de casa solíamos llegar el día antes por la mañana, y aprovechábamos para ir juntos al cine. Todo eso se ha perdido”, comenta con nostalgia el asturiano, quien asegura que “el fútbol es más profesional, pero menos humano”:
Nacido en Valcárcel, Somiedo, José María Calzón emigró a Barcelona con su familia cuando era un niño y, sin imaginarlo, su vida cambió cuando el Espanyol, recién descendido a Segunda división, acudió a la agencia de viajes en la que trabajaba buscando a alguien que les organizara los desplazamientos. “Me eligieron a mí”, recuerda con una sonrisa. Así, en 1979, se convirtió en delegado del club, una posición que ocupó hasta su reciente jubilación.
El rol del delegado en aquellos tiempos era absorbente: “Cuando empecé, tenía que encargarme de todo: hacía los desplazamientos, los contratos, buscaba los amistosos… No podía tener vacaciones, era un no parar. Ha cambiado todo mucho. Antes viajábamos cuatro con el equipo, ahora van dieciocho o diecinueve. No entiendo por qué tiene que viajar tanta gente”, reflexiona. Su labor no fue solo logística, también supo forjar relaciones personales profundas, especialmente con Javier Clemente, con quien compartió innumerables comidas: “Javi es un fenómeno. Hay que conocerlo. Cuando entrenaba al Espanyol, iba a comer casi todos los días con él, mínimo unas cuatro veces a la semana. Le decía que tenía comida en casa, pero le daba igual. Telefoneaba a la ‘Rubia’, como llamaba cariñosamente a mi mujer, y le decía que me iba con él. No hay una persona que te ayude más”. “Es muy amigo de sus amigos, pero si le traicionas, date por muerto”, dice con admiración de quien fue uno de los entrenadores más emblemáticos del club.
Momentos hilarantes también marcaron su trayectoria, como la famosa cláusula de rescisión que puso a Francisco, el “Maestro”, con 70.000 millones de pesetas, superando incluso la de Denilson, entonces el fichaje récord del Betis: “Si la de Denilson era de 65.000 millones, a mí se me ocurrió ponerle a Francisco una cláusula de 70.000 millones de pesetas (unos 420 millones de euros), la más alta del mundo”. Entre risas, recuerda cómo “una señora le dijo a su hijo: ‘Mamá, este es el hombre más rico de España’”.
Pese a haber dejado su puesto como delegado, Calzón seguirá ligado a su tierra asturiana, donde presume de sus raíces y de su famosa fabada, que ha conquistado a todo el Espanyol. Ahora, su próximo reto es perfecto para alguien que nunca dejó de superarse: aprender a bordar el arroz con leche.
José María Calzón se retira con la satisfacción del trabajo bien hecho, dejando su legado en las manos de su hijo Willy, que toma el relevo como delegado del Espanyol. “Me voy tranquilo, he dado todo por este club, mi otra familia”, sentencia el histórico delegado blanquiazul.
