Desde 1981, con un cambio de nombre por el medio, se entregan en el teatro Campoamor de Oviedo, los premios Princesa de Asturias. No me expliquen ‘cómo es posible’, pero nos volvemos con la concesión de todos los premios en las diferentes categorías, mientras suenan de fondo las gaitas entonando un ‘Asturias patria maldita’ que ya vivimos en Gijón.
Ganadores en ‘Investigación Científica’, Brian por desaparecer del partido y Milla en ese remate perdido entre las piernas al borde del área pequeña.
Vencedores de la categoría ‘Cooperación internacional’, Pacheco en el gol del argentino Colombatto y Keidi, todavía en Albania.
Omar, su sustituto Óscar, Calero y Braithwaite, se reparten el de la ‘Concordia’, por su empeño en hacer amigos durante los 90 minutos y no enterarse del encuentro.
Estuvo reñido decidirse por el de ‘Comunicación’: se entrega ex aequo a ‘el mentalista’ Edu Expósito y Puado, incomunicado a 70 metros de la portería rival los últimos cuatro años.
El de ‘Artes’ lo copa Cabrera y los pases del equipo, mientras Aguado y Jofre se adjudicaron el de ‘Ciencias Sociales’ tras mostrar un comportamiento correcto en una suplencia cuestionable.
Si creen que me olvido de Gragera, quedó fuera de los galardones, porque empieza a optar al Nobel. Salvi y Keita, se quedaron a las puertas, aunque se les vio por el ‘photo call’.
Cobardía inesperada que vuelve a abrir un debate delicado: cómo afrontar la categoría. El frenazo retrasa los deseos de la escalada de posiciones y pospone el objetivo de alcanzar las plazas de ascenso directo. Siempre se dice que ‘aquello que funciona no se toca’ y cuesta entender el primer gran gazapo desde la dirección del equipo. No conozco muchos casos donde ganen los cobardes. No seamos unos locos, pero sí más valientes. Que dicen que el miedo arruga el alma.
