Kike García ya habla como si llevara toda la vida en el Espanyol. El delantero conquense, uno de los fichajes blanquiazules este verano, ha concedido una entrevista a El Periódico, firmada por el periodista Javi Martín, en la que se muestra tal y como es: humilde, trabajador y con los pies en el suelo. A sus 35 años afronta su décima temporada en Primera con una mentalidad que engancha rápido al aficionado: la de un futbolista que se deja la piel sin importar la camiseta que vista.
“No me viene mal el mote de ‘obrero’. Soy un currante del fútbol”, asegura Kike García sin rodeos. Y no es una pose, porque lo explica con naturalidad, recordando todo lo que ha tenido que pelear para llegar hasta aquí. Suena a cliché, pero en su caso es verdad: desde recoger aceitunas en Motilla del Palancar hasta marcar 13 goles la pasada temporada con el Alavés, la mejor cifra de su carrera en la élite.
El atacante reconoce que su llegada al Espanyol tuvo un nombre clave: Fran Garagarza. “Mi relación con Fran Garagarza ha sido fundamental para que viniera aquí. Fue un halago que contactaran conmigo. Puse todo en la balanza y escogí fichar por un club de mayor nivel. Un grande de la Liga”, comenta. Y lo dice sin titubear, subrayando que su elección no fue casualidad.
En cuanto al vestuario, Kike admite que ayudó reencontrarse con viejos conocidos como Dmitrovic o Edu Expósito. “Con ‘Dimitri’ mantengo relación y somos amigos, además de compañeros. Con Edu, cuando empezó a sonar mi nombre, me escribió. Se agradece venir a un nuevo equipo y conocer a gente que ya has tenido en un vestuario”, explica, dejando claro que en Cornellà lo han hecho sentir como en casa desde el primer día.
Eso sí, la adaptación a Barcelona también tiene su lado curioso. “La primera vez que la pasé con el coche, me comí un tráfico de otra dimensión. Me quedé muy sorprendido, porque soy un chico que ha estado en ciudades, pero más pequeñas”, confiesa entre risas, acostumbrándose poco a poco a la vida de una gran ciudad.
Con los pies en el suelo, el delantero no se obsesiona con los números, aunque sabe que los goles son lo que más se le pide. “Todo se basa en lo colectivo. Luego, hay que estar en el sitio correcto y tener esa pizca de suerte”, reflexiona. Y añade que fue Mendilibar quien le cambió la mentalidad: “Me dijo que había que trabajar para el equipo. Que había que hacer buenos controles, ganar duelos, dejar bien el balón de cara… Para llegar al gol, se deben hacer muchas cosas bien”.
Con su experiencia, Kike sabe leer los partidos y entender el rol que le toca. “A Roberto le gusta mucho ir al espacio y combina bien. Yo soy más de aguantar el balón, dar de cara y abrir a banda. Los tres nos complementamos”, dice sobre su encaje con Roberto Fernández y Javi Puado.
Lo que sí tiene muy claro es el objetivo del curso: nada de soñar demasiado pronto. “Bajo mi experiencia, ir más allá de mantener la categoría es equivocarse. Tenemos que ir semana a semana, sabiendo que nos jugamos la vida y que cada punto es muy necesario”, avisa. Y en lo personal, tampoco se esconde: “A quienes decidieron apostar por mí, no les voy a fallar. Voy a dejarme la vida para que las cosas salgan bien. Quiero seguir disfrutando del fútbol y ser importante en el equipo”.




