Si hay un nombre que representa a la perfección el concepto de reivindicación en este Espanyol, ese es el de Leandro Cabrera. Cuestionado durante mucho tiempo por un sector de la afición, señalado en momentos de crisis, el central uruguayo ha encontrado en 2025 el escenario perfecto para hacer justicia a su papel en el equipo. Y lo ha hecho a base de lo que mejor sabe: contundencia, liderazgo y una dosis de carácter que se ha convertido en la piedra angular de la defensa perica.
No hay debate posible: el crecimiento defensivo del Espanyol ha sido clave en la mejora del equipo, y ahí la figura de Cabrera ha ganado un peso tremendo. Junto a Marash Kumbulla, forma una de esas parejas de centrales que transmiten fiabilidad, de las que hacen que el equipo respire más tranquilo. Tras un inicio de curso con algunos problemas físicos, el charrúa está firmando una de sus mejores temporadas desde que llegó en enero de 2020. Siempre bien colocado, imponente en el juego aéreo, inquebrantable en el uno contra uno… Y como si todo esto fuera poco, hasta se ha destapado con dos goles y una asistencia, un plus inesperado en ataque para un central.
Manolo González lo tiene claro: Cabrera es indiscutible. Y lo es no solo por lo que aporta sobre el césped, sino por su peso en el vestuario. “Para mí es un jugador indispensable. Habrá gente que no esté de acuerdo, pero desde que llegué aquí me ha ayudado mucho. Es un referente dentro de un vestuario con gente muy joven. Acaba contrato este año y está compitiendo y entrenando como un animal. Yo solo tengo palabras de agradecimiento”, afirmaba el técnico en la previa del partido ante el Girona. No es casualidad que lo mencione en la misma frase que a veteranos como Sergi Gómez o Pacheco. Son esos jugadores que, aunque no siempre brillen bajo los focos, sostienen al grupo en los momentos clave.
Lo cierto es que el romance entre Cabrera y la afición ha tenido sus altibajos. A finales de 2024, la derrota ante la UD Las Palmas dejó tocada a la parroquia perica por lo que suponía la derrota a nivel clasificatorio. Pero lo que encendió de verdad a la hinchada fue una imagen que circuló tras el partido: Cabrera conversando y riendo con Diego Martínez, el técnico rival y ex entrenador del Espanyol, mientras Manolo González abandonaba el campo con cara de pocos amigos. “La imagen de la vergüenza”, llegaron a calificarla algunos sectores. Para muchos, era una falta de respeto hacia la afición en un momento complicado.
Pero el fútbol es caprichoso y afortunadamente, siempre da segundas oportunidades. Cabrera, en lugar de dejarse llevar por la polémica, respondió de la única manera que un jugador serio puede hacerlo: no entrando en conflictos con la grada que no llevan a nada y sobre todo, con rendimiento. Con trabajo. Con una versión mejorada de sí mismo. Hoy, con un Espanyol que ha dado un paso adelante en defensa, la percepción de la grada respecto al uruguayo ha cambiado, y lo ha hecho afortunadamente para bien. El tiempo le ha dado la razón a Manolo González, y Cabrera se ha ganado el reconocimiento que tanto se le negó en el pasado. El “Lele” no es solo un defensor fiable, sino también un líder en toda regla.
Ahora, con el tramo decisivo de la temporada en el horizonte y paradójicamente, cuando afronta el tramo final de su contrato con el Espanyol y no hay visos de que vaya a ofrecérsele la renovación, Leandro Cabrera se encuentra posiblemente en su mejor momento con la camiseta blanquiazul. Y con él, el equipo ha encontrado a su jefe en la zaga. Afortunadamente, su historia este curso confirma que el fútbol siempre da la oportunidad de reescribir esas páginas que un día parecieron definitivamente emborronadas.