El Espanyol salió de Mallorca sin puntos, pero con una indignación difícil de digerir. El equipo de Manolo González fue víctima de un arbitraje absolutamente bochornoso que terminó decidiendo el partido en favor del conjunto bermellón. Alejandro Quintero González, con la inestimable “ayuda” del VAR y del personaje encargado de la Sala VOR, el ínclito Del Cerro Grande, regaló un penalti en el descuento que condenó a los pericos. Una auténtica vergüenza que desnivelaba por completo la balanza y dejaba al Espanyol sin un empate que se había trabajado.
No es solo la jugada del penalti. Es todo el contexto. El Espanyol tuvo que remar contra corriente desde el primer minuto ante un arbitraje tendencioso, de esos que huelen a podrido desde lejos. La permisividad con el Mallorca, el sesgo en las decisiones y, cómo no, la guinda final: un penalti sacado de la chistera cuando el partido ya agonizaba.
No es la primera vez que el VAR y los colegiados perjudican al Espanyol, y además con algunos personajes que se repiten una y otra vez de por medio. Del Cerro Grande es el mismo que tuvo un papel protagonista en aquel infame Valencia – Espanyol que acabó condenando al equipo al descenso. Su currículum es un catálogo de despropósitos arbitrales, pero ahí sigue, con galones en la sala de vídeo mientras otros pagan las consecuencias de sus decisiones.
Seis errores y un escándalo: el arbitraje de Quintero González y el VAR en Son Moix
Lo del Espanyol en Son Moix fue un capítulo más en la larga lista de arbitrajes difíciles de digerir. Hasta seis decisiones de Quintero González y Del Cerro Grande en el VAR dejaron a los pericos con cara de póker y sin explicación coherente. Vamos por partes.
La primera polémica llegó pronto. Penalti para el Mallorca por un contacto mínimo de Omar sobre Mojica. Sí, contacto hubo, pero tan leve que si aplicamos el mismo criterio a cada partido, los penaltis lloverían.
Luego vino la acción en el área contraria. Jofre Carreras encaraba a Mojica y recibió un toque similar al del primer penalti. ¿Resultado? Nada de nada. Silencio arbitral. Parece que los contactos solo cuentan si favorecen al rival.
El VAR hizo acto de presencia para anular un penalti que Quintero González había señalado por una mano de Kumbulla. La repetición mostró que el balón venía de un rebote y que el brazo del central estaba pegado al cuerpo. Menos mal que esta vez Del Cerro Grande sí intervino.
Pero el show no terminó ahí. Llegó otro penalti para el Mallorca. Muriqi empujó a Cabrera, lo desestabilizó y, en la caída, el uruguayo tocó por detrás a Abdón Prats. ¿Quién cometió realmente la falta? A juzgar por la decisión arbitral, Cabrera. Otro penalti en contra del Espanyol.
Y aquí viene el colmo. Joan García detiene el lanzamiento, pero Del Cerro Grande decide llamar a Quintero González para revisar una supuesta infracción de Cheddira. El marroquí tenía medio pie dentro de la media luna. Sí, medio pie. Y pese a que no influyó en la acción, el colegiado, guiado por el VAR, repitió la pena máxima. La explicación que dieron después fue, literalmente, surrealista.
Por si faltaba algo, el árbitro añadió ocho minutos de descuento, pero entre interrupciones y decisiones eternas del VAR, solo se jugaron tres efectivos. Vamos, un cierre perfecto para un arbitraje digno de estudio en cualquier escuela de lo que no debe hacerse en un partido de fútbol.
Llueve sobre mojado para un Espanyol que no debe dejarse pisotear
No es casualidad que el arbitraje español sea uno de los estamentos menos valorados por la sociedad. Su nivel es ínfimo, su credibilidad está bajo sospecha y lo ocurrido en Son Moix no hace más que reforzar la sensación de que en momentos clave para su futuro el Espanyol compite en inferioridad. Es el déjà vu del anterior descenso, cuando jornada tras jornada el equipo sufría arbitrajes patéticos que minaban cualquier opción de salvar la categoría.
Pero al menos esta vez parece que el club no va a dejarse pisotear. De entrada, hubo una voz autorizada que se plantó y dijo lo que todo el espanyolismo tenía en la cabeza. Fran Garagarza, con una intervención tan clara como necesaria, dejó ante los micrófonos el mensaje que el club debía transmitir: “Basta ya”. Estuvo excelente el director deportivo, tan denostado otras veces, con un discurso sereno pero contundente respondiendo al llamado de un Manolo González que minutos antes reclamaba que fuese el club el que alzase la voz, un poco hastiado de tener que ejercer él de portavoz institucional del club.
Pese a que muchos han tildado de tibio el posterior comunicado oficial del club, ha de ser puesto en valor por la rapidez y por la necesidad que tenía el espanyolismo de que la institución se convirtiese en vehículo para trasladar su indignación a los estamentos futbolísticos. Lo importante ahora es que los puntos del comunicado no se queden en simples advertencias y se comience a poner pie en pared para defender los intereses del Real Club Deportiu Espanyol.
Además, estaría bien que los responsables de la entidad tomasen nota de la recomendación de la Federació Catalana de Penyes y pusiesen en manos de sus servicios jurídicos la posibilidad de llevar a la justicia ordinaria el tema. Porque ya está bien de callar, de poner la otra mejilla y de hacer como si nada. Si el Espanyol tiene que pelear contra viento y marea, que sea con la cabeza alta y denunciando hasta las últimas consecuencias cada atropello . Y lo de Son Moix, sin ninguna duda, lo fue.
