Dicen que en el fútbol, como en la vida, hay trenes que pasan una sola vez. Y en Gijón todavía se preguntan cómo dejaron pasar uno que, a día de hoy, circula por la Primera división. Se llama Manolo González, es gallego, y tiene al Espanyol en lo más alto tras devolverlo a la élite por la vía rápida. Pero el dato que hoy duele en Mareo es que, en 2023, pudo haber sido el entrenador del filial del Sporting. Y no lo fue por lo de siempre: por no llegar a cifras razonables en un acuerdo que parecía hecho.
La historia la recoge con precisión La Voz de Asturias, que relata cómo el actual entrenador del primer equipo del Espanyol estuvo a punto de incorporarse a la estructura rojiblanca. No para dirigir al primer equipo, claro, sino al Sporting Atlético, el filial que, por entonces, había cerrado un ciclo con Dani Mori sin demasiado brillo.
La apuesta de Pedro Menéndez, el entonces responsable de captación en la base sportinguista, fue firme: quería a Manolo. Valoraba su perfil, su experiencia en cantera, su carácter formador, su idea de fútbol. Lo conocía bien y estaba convencido de que encajaba como anillo al dedo en lo que necesitaba el filial. Y además, lo veía como un técnico con proyección para, llegado el caso, dar el salto al primer equipo. Todo cuadraba. Todo menos la oferta.
Según fuentes cercanas a aquella negociación, el acuerdo en lo deportivo estaba encarrilado. Manolo González compraba la idea. Le ilusionaba la posibilidad de trabajar en Mareo, con un grupo joven y con hambre, en una estructura histórica como la del Sporting. Pero cuando tocó hablar de dinero, algo se rompió. Lo que le ofrecieron desde Gijón se quedó corto. Muy corto.
Y lo que vino después ya es historia conocida. El técnico lucense, que también tenía sobre la mesa la opción de firmar por el Espanyol B, optó por la vía perica. Aterrizó en la Dani Jarque para dirigir al filial, y pocos meses después, tras el despido de Ramis, se hizo con las riendas del primer equipo. El resto es de sobra conocido: lideró una remontada brutal, clasificó al equipo para el playoff y firmó el ascenso derrotando a los dos conjuntos asturianos: primero precisamente al Sporting, después al Oviedo. A veces, el destino tiene su guasa.
Mientras tanto, en Gijón, el filial cerró la temporada sin cumplir objetivos. Aitor Zulaika, el técnico que finalmente ocupó el cargo que iba a ser para Manolo, no terminó de consolidarse, y Samu Baños acabó la campaña como interino. El Sporting Atlético no logró el ascenso, no promocionó como se esperaba, y seguirá un año más en Tercera RFEF. Una realidad que contrasta con la progresión meteórica de quien estuvo a un paso de ocupar su banquillo.
Pero si hay un detalle que acaba de cerrar el círculo, ese es Justin Smith. El joven mediocentro franco-canadiense, fichado por el Espanyol para su filial, debutó en Primera precisamente de la mano de Manolo González. Y lo hizo nada menos que ante el FC Barcelona. El jugador, que había pasado por la Ligue 2 francesa, sumó minutos en Liga y en Copa con el primer equipo, impulsado por el técnico perico. Un avalista de talento que no llegó a Gijón, pero que sí transformó Cornellà-El Prat.
En Mareo, la reflexión queda sobre la mesa: ¿cómo se deja escapar un perfil así por detalles menores? ¿Cómo se permite que un entrenador con ese potencial, que creía en el proyecto, acabe triunfando en otro club tras una simple diferencia económica?
Hoy, Manolo González prepara su segunda temporada completa como técnico de Primera. Y el Espanyol, tras un año de reconstrucción exprés, se encomienda a él para volver a ser un equipo competitivo en la élite. En Gijón, mientras tanto, el filial arranca de nuevo desde abajo. Pero con la sensación -muy real- de que hubo un momento, no tan lejano, en que el futuro pasó por delante… y se les fue.




