La contracrónica del Espanyol – Villarreal, de la mano de Juan José Caseiro:
El silencio de los corderos
Levantaré la voz por los que no pueden. A mí la Liga, la Federación, Tebas o el papa Francisco, no me pueden sancionar. No conozco dictadura que haya acabado pacíficamente su dominio en unas urnas. Basta mirar atrás para que cada uno recuerde ejemplos y la arbitral contra el RCDE va camino de ser una condena perpetua.
Conscientes de batirnos en inferioridad contra la mayoría de rivales, no es necesaria la humillación constante, pisarte el cuello cuando estás caído y no puedes levantarte. Da risa la promoción contra el bullying que te cuelan antes del encuentro y a continuación sufrir el acoso habitual de cada jornada, donde el inspector del VAR no es capaz de decirle al abusador que ya está bien de machacar al débil.
El primer esclavo que se hartó de recibir latigazos inició la rebelión y le siguió el que se los llevó antes y después los restantes que los iban a recibir. Cuando el látigo pasó del tirano a los sometidos, las cosas cambiaron. Tenemos el cuerpo lleno de cicatrices de tanto que nos han dado y con la que nos hicieron sangrar en Mestalla, deberíamos haber dicho basta. Pero no, el club calla, como en esos episodios de violencia, que hay quien tristemente piensa que la merece. ¡Que harto me tiene el club con su silencio! ¡Qué cobardía!
Me gustaría haberme extendido en el arrojo de Joan en las salidas, en el crecimiento de Omar, la buena versión de Pol o el segundo gol de pinball de Jofre. Estarán alucinando los que vienen de fuera viendo los conciertos de pito. Pues oye, que Kumbulla, Král o Ünüvar le digan al de siempre lo que les salga de los mismos en albanés, checo u holandés, que va a ser divertido ver las transcripciones en el acta. Acuérdense que, a Cabrera, lo sancionaron por decir “agacha” y el árbitro dijo que le llamó “cucaracha”. Me río por no llorar.
Es agotador, cansino. Nadie mejor que nosotros conocemos nuestras limitaciones, pero déjennos competir en algo parecido a la igualdad, que tenemos hasta un ministerio, ¡¡¡caramba!!! En la foto de los desmadres salimos siempre. Porque hay quien encuentra diversión en la debilidad del prójimo. Y el único consuelo que le podría quedar a los protagonistas, el derecho a pataleta queda coartado por la posibilidad de sanción en las declaraciones y pronto veremos que de tanto morderse la lengua, alguno morirá envenenado. Escribo yo lo que piensan muchos: los árbitros son malos. ¿O acaso en el fútbol no está permitida la libertad de expresión?
Será necesario que pasen varias horas, llegue el fin de semana y sobre todo que arranque el cuero ya del siguiente partido, para borrar el duro sentimiento del que se siente ultrajado. Seguramente en esos momentos, quizá me arrepienta de algún párrafo aquí escrito, pero la ira, pecado capital, sobrevuela muchas cabezas y por eso, salió un vaso volando en dirección al colegiado. Curioso, que ya han dado detalles hasta del líquido específico que contenía. Qué locura hacer eso, que se vende a precio de oro en el estadio. ¿Me pregunto si llevaba hielo? Saldremos de dudas en las portadas que nos dedicará la claca habitual de la prensa de la ciudad. Ya verán.
Dicen que el que lucha un día es bueno, que quien lucha un año es muy bueno, que quien lucha una década es buenísimo, pero que quien lucha toda la vida es insustituible. Será por eso, que somos pericos. Lástima que la cúpula directiva no acompañe en este espíritu y se limiten a una actuación con título de película: El silencio de los corderos.
Juan José Caseiro