El Espanyol volvió a chocar con la realidad del Bernabéu. El Real Madrid ganó 2-0 sin sufrir demasiado, mientras los pericos resistieron con orden pero sin verdadera opción de sorprender. La opinión de Álex Segura lo resume con precisión: “El remodelado coliseo blanco, pensado para exhibir poder y modernidad, es también un espejo que nos devuelve nuestra propia fragilidad”.
La sensación fue clara: aguantar no siempre es competir. El misil de Militao marcó el inevitable desenlace de un partido donde el orgullo perico estuvo más en la grada que en el marcador. Como escribe Segura, perder en Madrid ya no sorprende, pero lo que sí importa es seguir existiendo y resistiendo en un escenario diseñado para que no lo hagamos.
Un Bernabéu demasiado grande para el Espanyol
El Espanyol viaja al Bernabéu siempre con el mismo equipaje: la ilusión del milagro y la certeza de que, tarde o temprano, el gigante se impondrá. Esta vez no fue distinto. El remodelado coliseo blanco, pensado para exhibir poder y modernidad, es también un espejo que nos devuelve nuestra propia fragilidad. Allí, los goles caen con la naturalidad de quien se sabe dueño de la historia.
El partido dejó poco margen para la épica. El Madrid mandó desde el inicio, como si la inercia del estadio lo empujara hacia la portería contraria. El Espanyol resistió lo que pudo, con disciplina, incluso con dignidad. Pero resistir en el Bernabéu no siempre significa competir. A veces es solo aguantar, tapar huecos, retrasar lo inevitable. Un inevitable que llegó con un gol imparable de Militao desde su casa. Y fin de la historia.
Pero hay un dato que no podemos perder de vista: en apenas cinco jornadas ya hemos sumado un cuarto de los puntos que suelen garantizar la salvación. Es pronto, pero es un buen punto de partida para un equipo que necesita confianza. Ahora llegan dos duelos que marcarán el rumbo inmediato: contra el Valencia y el Girona. Partidos donde el Espanyol debe reafirmar que puede estar en la zona tranquila y no vivir con la soga al cuello. Tal vez incluso más arriba y aspirar a puestos europeos.
Lo que más duele no es perder en Madrid, sino comprobar lo cómodo que resulta al sistema vernos como comparsa. Como si el Espanyol existiera solo para adornar victorias ajenas. Pero ahí entra el orgullo. Orgullo de saber que cada gol nuestro en Chamartín vale por diez, que cada cántico desplazado en el fondo visitante resiste al silencio del poder.
La derrota en el Bernabéu no es noticia, lamentablemente. Lo es, en cambio, la persistencia, la imagen dada. La de un club que, pese a todo, sigue. Y ahí está la verdadera victoria: seguir existiendo cuando todo parece diseñado para que no lo hagas.
Alex Segura
