Lo que más indigna a un hincha es que el futbolista no comparta su sentimiento. Siente desazón ante ciertas actitudes de los jugadores que se han generalizado y que algunos consideran como un rasgo de “profesionalidad”. El caso más extremo es el de aquellos que, tras descender a su equipo (o perder una eliminatoria), salen del campo impasibles y a la semana están en un lugar paradisíaco compartiendo su fastuosa vida por Instagram. Normal que viendo eso el aficionado se sienta tonto y traicionado. ¿Es el dolor por su equipo algo ridículo? La misma pregunta se hace el que ama y le engañan sin contemplaciones.
Hay unos pocos jugadores que todo lo hacen como diciéndole al hincha que su pasión no es absurda, que son el resto quienes se equivocan. Marc Roca es uno de ellos. Hasta el punto que su ejemplar comportamiento como jugador del Espanyol debería constituir una especie de mandamientos a seguir por todo canterano que aspire a llegar al primer equipo. Observar e imitar para aprender aquellas cosas tan importantes y que pierden cierta magia cuando se explican con palabras. Una suerte de Mafalda de Quino, esas poderosas viñetas que nuestros padres nos pusieron delante para que nos enseñara cosas que ellos no sabían exactamente cómo transmitirnos.
Roca ha jugado con la pasión de un aficionado y el talento de un futbolista, y no al revés, como empieza a ser habitual que ocurra. Se marcha demostrando que no hace falta retirar un número para rendirle el mejor de los homenajes a un compañero desaparecido. Nos ha recordado que, como hacíamos en la escuela, los tantos de los compañeros se celebran como propios. Y que ante un fracaso mayúsculo (el descenso) sobran las palabras, pues el sufrimiento y el remordimiento se demuestran igual con un elegante silencio. Aunque en su rostro uno pudiera descubrir la contrariedad tras cada nueva derrota. Por no hablar de su adiós, tan sencillo y tan honesto. Con eso bastaría para que se le considerara el canterano modélico, lo que se espera de todos pero que casi nunca acaba siendo.
Su reciente fichaje por el Bayern Múnich nos vuelve a confirmar que el fútbol es una reproducción a pequeña escala de la vida, donde todo sucede más o menos siguiendo las mismas reglas. ¿Qué habría sido de Roca si aquel verano post Quique Sánchez Flores, después de una temporada condenado al ostracismo del banquillo, se hubiese refugiado en el lamento y la queja en lugar de entrenar en sus días libres? ¿Se habría metamorfoseado en su actual cuerpo de atleta o continuaría siendo un “tirillas”? No tengo ninguna duda de que su gran año con Rubi y su reciente fichaje por el campeón de Europa se empezaron a fraguar aquel verano de lucha. Tras la decepción por su marcha queda una doble alegría: la de ver el triunfo de un canterano y la de constatar que, en ocasiones, las mejores cosas le ocurren al que más lo merece.
Genial, es pot dir mes alt si voleu, pero el Marc es perico i es mereix tot lo bó que li passi. Gràcies noi….
Yo tb le deseo lo mejor a Marc pero me parece que pones más de lo que yo he visto.
Este artículo me recuerda a las buenas palabras que se dicen de un difunto el día de su entierro.
Lo cierto es que Roca llevaba más de una temporada con un rendimiento LAMENTABLE.
Hombre, tanto como el canterano ejemplar…
Pues sinceramente no creo que el hecho de que un futbolista no comparta nuestro amor a los colores sea lo que más indigna a la pericada en general. Cuando ya gastas unos cuantos años te das cuenta que los profesionales del fútbol se mueven por una cosa. Que no se dejen lo que pueden ofrecer es lo que más irrita diría yo. Rendimiento, eso queremos. Me juego el gañote a que más de la mitad de la plantilla del Sevilla no sienten el escudo pero el rendimiento es brutal. Que se lo dejen todo y si encima sienten el escudo pues cojonudo.