Con la última victoria en casa contra el Athletic, hemos podido pasar unos días de fiesta sin demasiada penitencia. Alguno pensará que demasiada llevábamos ya este año pero, sin duda, todavía queda bastante trabajo por hacer y, en mi opinión, cuanto antes se remate la faena mejor descansaremos todos. A estas alturas del campeonato, siempre hay el típico equipo que a falta de bastantes jornadas para acabar está a falta de una victoria para sellar su permanencia y acaba pasándolas canutas o, incluso, descendiendo. Recuerdo, por ejemplo, el Betis cuando el año de la última remontada. Acabó bajando.
Eso no nos puede pasar. Está bien que Galca haya hablado de escalar posiciones –imagino que por contrato le merecerá la pena ser ambicioso- sin embargo, ha de transmitir esa idea de competitividad a la plantilla, ya que el jugador, cuando ve el objetivo primordial cercano, puede tender a relajarse y a competir sin la tensión debida. Ya llegará la victoria… y nunca llega-
Además, casi todos los equipos andan jugándose cosas. Así que, intentar llegar a la décima plaza me parece un interesante reto.
El último debate abierto -le encanta a la gente debatir asuntos- ha venido sobre la posible, en caso de salvación, continuidad del rumano. A mi entender, el míster ha sabido tener cintura en los momentos más delicados, pero sería recomendable que alguien –se supone que un futuro director deportivo- proyectase cómo quiere que juegue el futuro Espanyol, qué bases debe de tener y contrastar si en ese concepto de juego entra el rumano. Si no es así, el año que viene volveremos a los problemas. Deberíamos poder ver algo más allá del mero corto plazo inmediato.
Hemos de concienciarnos de lo vital de poseer una estructura. Conozco a muchos jugadores cuyo rendimiento varía mucho de un club a otro. Un club inestable provoca el desembarco de muchos jugadores del barco, sobre todo, de los que no son de casa.
Posiblemente, el jugador sepa que el foco de crispación del aficionado irá hacía unos directivos que no saben llevar el timón.
Sin embargo, cuando hay unos dirigentes sólidos, sin fisuras y certeros en sus decisiones –señal de una buena planificación- el jugador se apresurará a entrar en el redil para no quedar como oveja descarriada y señalada. Este hecho afecta directamente en el rendimiento del grupo. Al fin y al cabo, aunque mucha gente solo se fije en los nombres, lo más importante es traer jugadores que, obviamente sean buenos, pero que rindan dentro del redil.