Estamos ante un enfermo terminal. Anoche, mientras presenciaba el lamentable encuentro del Espanyol, me vino a la memoria aquella famosa expresión de mi querido Tintín, mientras descendía del autobús, tras una derrota a domicilio. Aquel “huele a muerto” de Bartolomé Márquez revivió, con luz propia, anoche en Las Palmas. Estamos ante la peor versión de un equipo muy mediocre, incapaz de reaccionar ante rival alguno, ni tan siquiera ante los más directos de la parte baja de la clasificación. Y no acepto recurrir a la mala suerte ni a chorradas por el estilo. Este equipo fue incapaz de ganar a un Granada con 10 jugadores. Este equipo rozó el ridículo ante un Levante que se desangra en la tabla. Este equipo no tiene calidad, una gran parte de sus jugadores no dan la talla para jugar en Primera División. Es una vergüenza, para la afición espanyolista, aguantar tanta humillación y tan poca implicación. Tras el ridículo de anoche, soy tremendamente pesimista ante una posible reacción. Este grupo no está en condiciones de ganar ni al Sevilla, ni al FCB, ni al Eibar, que llegará de vacaciones y con los deberes perfectamente realizados. Lo dijo el capitán Javi López, tras el partido y me reafirmo: los jugadores no merecen lucir esta histórica camiseta.
Anoche, por ejemplo, no entendí la presencia de Arla en la portería. El lituano se llevó otro carro de goles y sale a roto por partido, doce goles en tres encuentros. Pau, con errores y aciertos, no merecía ser la diana de los despropósitos de un entrenador que volvió a dejar muestras de su bisoñez, un técnico sin personalidad ni carácter. Me gustaría que el técnico rumano nos explicara la sustitución de Gerard por Mamadou. Si estás perdiendo, lo coherente era arriesgar con dos puntas y dar un giro al dibujo táctico, en definitiva, jugarte la carta ofensiva, ya que estabas palmando con todas las de la ley.
En la primera parte se demostró la nula calidad del equipo, en todas y cada una sus líneas. Los primeros diez minutos fueron abominables. Luego, el Espanyol se serenó y fue muy superior al rival. Pero el problema de estos jugadores es su falta de calidad, no se pueden fallar, ni perdonar, tantas ocasiones. Asensio, por ejemplo, envió un balón a las nubes, sin portero ni defensores. Eso, en Primera Divisón, es inaceptable. Como las jugadas erradas por Burgui, Hernán y compañía. Y si nos ponemos a analizar el trabajo defensivo, los errores dan para escribir un libro. El marcaje de Víctor Álvarez a El Zhar, en el primer gol, concediéndole tantos metros, es propio de un jugador que está ausente del partido. Las ayudas tampoco existen, brillan por su ausencia. En resumen, un auténtico desastre, propio de un grupo de jugadores desconectados y nulamente implicados.
A día de hoy, veo muy complicada la salvación. Ojalá me equivoque, nada me alegraría más. Pero no tengo confianza, la he perdido de forma rotunda. Con 67 goles encajados es, casi imposible, mantener la categoría. Es el más goleado de Primera. Algunos, posiblemente, pensarán que los resultados de los rivales podrían salvar al Espanyol. ¡¡Qué triste sería, que dramático, qué penoso!!! Pero, aún así, no considero a estos jugadores con categoría suficiente para ganar al Sevilla o al Eibar. Lo dicho, señoras y señores, pericos y pericas, esto huele a campanadas a muerto. Y con toda la justicia del mundo. Este vestuario se lo ha ganado a pulso. No merecen lucir esta camiseta. Son palabras del mismísimo capitán.