El Espanyol recuerda a ese niño pesado que descubre que el fuego de una vela no quema si se pasa la mano muy rápido. El experimento sigue hasta que se consigue apagar la pequeña llama con la yema de los dedos. Conseguir dejar sin oxígeno esa pequeña fuente de calor utilizando solamente los dedos no convierte a ese pobre diablo en inmune al fuego. Se puede quemar y ciertamente lo hará como juegue con otro tipo de llamas — las que escupen no, las que queman —.
El Fuenlabrada, por ser un equipo rocoso y tener más argumentos para poder doblegar al Espanyol, parecía uno de esos exámenes a los que te tenías que presentar habiendo estudiando mucho y que al salir las sensaciones eran buenas. Mínimo un siete. Pues nada, suspenso.
Parecía que el Espanyol era alérgico a quemarse. Que pocas veces un equipo podía sorprenderle. Que en el examen, por obra divina, salían justamente los temas que habías estudiado el día anterior. No obstante, el Fuenlabrada lo hizo en una acción salida de la nada y que responsabiliza de forma directa de este amargo empate a Diego López, que apareció con los pies por delante cuando Cabrera tenía ganada la posición sobre Kanté.
En lo que va de temporada el Espanyol ha mostrado muchas virtudes. Una de ellas ha sido ese punto de resiliencia, de fortaleza mental, que le ha permitido sacar adelante escenarios complicados. En el Fernando Torres hubo un gran ejercicio de resistencia blanquiazul, sobre todo en una primera parte en la que el Fuenlabrada rondó el gol en varias ocasiones. No lo hizo y el Espanyol aguantó de pie.
El partido se desarrolló siguiendo un guion algo engañoso. Las ocasiones claras del Fuenlabrada generaron una especie de neblina de terror stephenkingniano que no debe esconder que los madrileños estuvieron medio anestesiados — pese a plantear más problemas que cualquier otro equipo — hasta que Diego López le rogó a Sekou Gassama que empatara el encuentro cuando los tres puntos tenían un claro propietario.
La pregunta que se debe hacer para dimensionar el error de Diego López es la siguiente: ¿el Fuenlabrada habría empatado sin ese penalti? La experiencia durante el partido y la temporada invita a pensar que no, aunque siempre hay que dejar un pequeña ventana abierta a esa posibilidad.
El Espanyol marcó su gol y se relajó. Estaba por delante en el marcador, se había sacudido los arreones locales y el Fuenlabrada llegaba al último tramo de partido muy limitado. El Espanyol debía gestionar la ventaja desde la posesión, un resultado que no amplió cuando pudo. Precisamente, ese segundo gol podría haber llegado en la jugada anterior al fatídico error de Diego López.
El niño pesado que no para con la velita hasta que se quema ha sido el Espanyol. Ser el mejor y el líder no te convierte en un equipo ignífugo.